Este reportaje fue desarrollado y publicado a través de una asociación entre El Colectivo 506, Land Portal y PopNews. La iniciativa, organizada por PopNews, una organización dedicada a compartir soluciones destacadas en reportajes de periodismo, invitó a estudiantes de periodismo a enviar propuestas de historias para ser editadas y publicadas en El Colectivo 506. Esta historia en particular es parte del proyecto de Nieves Zúñiga para la Beca LEDE 2022, un programa de la Red de Periodismo de Soluciones, y en colaboración con Land Portal.
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Es sábado por la mañana. Niños, jóvenes, amas de casa, vecinos de la zona y señoras mayores con las manos listas para trabajar, se unen bajo un mismo objetivo: recuperar su espacio verde. Los planes de este diverso grupo apenas comienzan bajo un toldo que protegía de un sol abrasador, de los que calientan los hombros y el espíritu. La misión es clara: el terreno que a primera vista parecía abandonado merece una segunda oportunidad, y ellos están dispuestos a dársela. Con guantes en las manos, debido a los riesgos de la tarea, el trabajo duro comienza.
El terreno ubicado en los límites de Hatillo 2, una comunidad en la parte sur de San José, había sido un botadero a cielo abierto durante años. A pesar de que en una mañana no se puede remediar este daño, diversas agrupaciones quieren avanzar hacia la meta de conservación y revaloración de este espacio verde.
Los que limpian en este día no están solos. Al igual que los vecinos de otros barrios y diversas organizaciones alrededor de la capital, ellos están viajando sobre un camino que había empezado años atrás. Pues allí, a unos cuantos metros de viviendas de Hatillo 2, corre uno de los espacios verdes más importantes de San José: el Corredor Biológico Interurbano María Aguilar, uno de siete de estos corredores en el Gran Área Metropolitano. La implementación de la figura de Corredor Biológico Interurbano ha generado alianzas como la que se ve en este día asoleado en Hatillo—y también ha visibilizado algunos de los retos que enfrentan los que buscan revertir la contaminación.
Mientras algunos voluntarios se dedican a cortar el “zacate elefante”, otros se alinean para, de mano en mano, ir sacando desechos del terreno. Muebles llenos de humedad, restos de un carro, bolsas de basura y hasta escombros de construcción son la pesca del día.
“En 10 años queremos ver esto con senderos. Queremos ver esto como un espacio para emprendedores, para que las personas anden en bicicleta, con el río limpio y lleno de fauna”, cuenta Guiselle Delgado, presidenta de la Asociación de Desarrollo Específica Pro Mejoras Hatillo 2y una de las vecinas que trabaja fuertemente por este espacio desde hace ya varios años.
La unión hace la fuerza
Decenas de organizaciones han unido esfuerzos para rescatar una de las principales cuencas hidrográficas del país. El Corredor Biológico Interurbano María Aguilar, que sigue los 21 kilómetros de cauce del río con igual nombre, es uno de los espacios biológicos más importantes de los cantones de La Unión, Curridabat, Montes de Oca, San José y Alajuelita.
Desde el 2016, Costa Rica cuenta con tres categorías de corredores biológicos; en total, según las evaluaciones de los CBI, un 38% de nuestro territorio terrestre se encuentra protegido por estas figuras. Las tres categorías son los Corredores Biológicos, los Corredores Biológicos Marino-Costeros, y los Corredores Biológicos Interurbanos (CBI). En esta última categoría, existen siete espacios declarados. Lo que comenzó como un proyecto en el Río Torres ahora se replica en los CBI Achiota y García Muñóz en Alajuela, los CBI Tiribí y María Aguilar en San José (vecinos del CBI Río Torres), el CBI Pará Toyopán en Heredia, y el CBI Cobrisurac en Cartago, todos ellos desarrollados en los últimos cinco años.
Desde el punto de vista institucional, estos espacios se gestionan por medio del Programa de los Corredores Biológicos Interurbanos, el cual forma parte del Programa de Corredores Biológicos en el Ministerio de Ambiente y Energía (MINAE). Sin embargo, este proyecto nació de la unión entre el sector público y la ciudadanía interesada.
Antes del Decreto N°40443 que da vida legal al Programa de los Corredores Biológicos Interurbanos en el 2016, los corredores biológicos se consideraban territorios que conectaban áreas protegidas, como parque nacionales o reservas biológicas—algo muy difícil de lograr en las ciudades donde los espacios verdes interconectados no llegan a conectar áreas protegidas.
Miembros de diversas instituciones públicas, como Acueductos y Alcantarillados (AYA) o la Compañía Nacional de Fuerza y Luz, trabajadores de gobiernos locales, como municipalidades y comités, y también actores sociales y ciudadanía se reunieron para repensar soluciones nuevas ante los problemas ecosistémicos, y así proteger los espacios verdes de las ciudades, tomando como punto de partida el Río Torres. Empezaron a ver el potencial y la necesidad de crear una figura para corredores urbanos.
“Éramos un grupo de amigos de diferentes instituciones que dijimos ¿Por qué no hacemos algo por la ciudad?” cuenta Gabriela Sánchez, una de las principales promotoras de los CBI y la administradora actual del CBI Río Torres. “Duramos tres años, desde el 2012, elaboramos un perfil para establecer los Corredores Biológicos Interurbanos”.
La Municipalidad de San José reconoce que los procesos de arborización de las Áreas Protegidas aledañas al Río Torres en terrenos que le pertencen neceistan de cuidados en los primeros años de vida de los árboles para asegurar el éxito del proyecto. En época seca las áreas de chapean una vez al mes y en época lluvisa cada 22 días. Mónica Quesada Cordero / El Colectivo 506
El trabajo no fue fácil. Gabriela cuenta que ella y los otros promotores de los Corredores Interurbanos encontraban, al inicio, “poca apertura de algunos funcionarios, principalmente del MINAE de pensar en la ciudad como un espacio verde que nos brinde servicios ecosistémicos….Íbamos a un montón de lugares a presentar los CBI hasta el punto que, ahora, hay una estrategia de ciudades verdes. Los Corredores Biológicos [Interurbanos] representan la columna vertebral de las ciudades verdes que queremos construir”. (Una ciudad verde está conformada por gran cantidad de grandes y pequeños espacios: arboledas, zonas verdes, parques, aceras con hileras de árboles y arbustos. A todos estos territorios se les llama trama verde.)
Gracias al esfuerzo de Gabriela y los demás funcionarios, el Plan Nacional de Corredores ahora incluye la categoría de CBI con la finalidad de “promover la conservación y uso sostenible de la biodiversidad en Costa Rica, desde una perspectiva de conectividad ecosistémica funcional y estructural”. La primera cuenca que se logró empezar a trabajar fue el Río Torres, el cual recorre los cantones de Goicoechea, Montes de Oca, Tibás y San José. Gracias a los éxitos cosechados con ese río, se ha convertido en el proyecto padre de los ahora siete Corredores Biológicos Interurbanos que reúnen a diversas comunidades de la Gran Área Metropolitana, así como dos más que se encuentran en procesos de aprobación.
El potencial impacto de este cambio es multifacético, según dicen los que apoyan el programa. Los CBI buscan el “aumento de áreas verdes, permitiendo a las especies de flora y fauna que habitan en las ciudades o cerca de ellas transitar, obtener hábitat, alimento y refugio”, según escribe Sabrina Geppert, colaboradora del SINAC por la Organización Alemana para el Desarrollo (GIZ). Pero además de esto, también describe el impacto a la ciudadanía que vive cerca de estos espacios, pues “los habitantes de las ciudades se benefician con la mejora en las condiciones ambientales de sus territorios y obtienen una mayor calidad de vida”.
En búsqueda de apoyar y legitimar la recuperación de los espacios verdes, en el 2020 se reforzó el trabajo interinstitucional para recuperar y rehabilitar el área protegida de los cauces de los ríos, mediante la Política Nacional de Áreas de Protección 2020 – 2040, un marco estratégico necesario para volver a arborizar las zonas aledañas a los ríos.
En el caso de los ríos urbanos, éstos poseen un área de protección de 10 metros horizontales a ambos lados de la ribera del río y el objetivo es que estas áreas protegidas formen parte de la trama verde de la ciudad. A pesar de ello, a raíz de construcciones e invasiones, el proceso de recuperación es lento.
Un esfuerzo comunitario
Si bien la iniciativa se oficializa desde el Ministerio de Ambiente y Energía, la naturaleza de conservación sectorizada de los CBI hace necesario crear la figura de comités locales, figuras que unen a actores cantonales públicos y privados, los cuales se encargan de trabajar la recuperación y conservación de la trama verde.
Es por ello que muchos esfuerzos para proteger a los Corredores nacen de iniciativa ciudadana y voluntaria. Cada zona por la que recorren los CBI tienen características únicas, por lo que se trabaja por medio de un comité conformado por actores de interés en esas zonas.
“Es gente que se reúne voluntariamente, actores muy importantes, desde la Universidad de Costa Rica, una municipalidad, hasta una ONG o grupo comunal. Somos todos los actores interesados en mejorar una microcuenca” cuenta Gabriela, quien ahora está trabajando en el corredor más joven, el CBI Tiribí, el cual también corre por Hatillo.
Este sábado, son aproximadamente 30 voluntarios los que se reúnen en Hatillo para cuidar del corredor, un espacio verde y azul que los vecinos desean recuperar.
“La gente a veces pasa por aquí y solo ve un simple lote baldío, pero cuando ya uno se mete verdaderamente por aquí, se da cuenta de las bellezas que tenemos acá, las vistas, las aves, la naturaleza, entonces respetar y resguardar esta zona verde para nosotros es muy importante”, cuenta Melissa Monge, quien trabaja con Promotores Socioculturales de Hatillo, y conversa conmigo mientras toma un respiro para continuar con las labores de limpieza. “A veces las personas piensan que como se llama sociocultural se dedica solamente a cosas culturales, pero en realidad abarca toda una gama de sectores, especialmente social, cultural, recreativo, ambiental, de salud”.
Como vecina de la zona, Melissa ve que “ya Hatillo tiene muchos edificios y muchas casas. Ocupamos que las zonas verdes se resguarden”.
Esta es la motivación que también comparte Javier Sandí, presidente de la Asociación Hatillo Verde. Desde hace tres años, este grupo de vecinos y asociaciones viene recuperando territorio verde en la ciudad. Sólo el año pasado lograron gestionar más de una decena de procesos de recuperación de espacios verdes a nivel regional, sectorial y local en los ocho sectores de Hatillo.
“Se ha venido trabajando en los corredores interurbanos. Se han sembrado árboles, se ha venido haciendo recolección de basura”, cuenta Javier, quien también participó en la organización de esta limpieza. “Entonces en un futuro esperamos ver arbolitos grandes, bien fortalecidos, espacios recuperados, agradables para que la gente también tenga la oportunidad de poder tener ese esparcimiento y poder tener esa forma donde ellos puedan venir a buscar y entretenerse, ver que todo ese esfuerzo que se ha hecho durante años se visualice”.
Hatillo Verde es una organización consciente de las problemáticas sociales del distrito, un territorio hacinado que tiene la esperanza de un ambiente ecológicamente sano proyectada en los corredores biológicos.
“Para nosotros es recuperar un espacio vital para la comunidad, para poder tener espacios de esparcimiento, para poder tener espacios de recreación, para alejar a los muchachos de la drogadicción,” afirma Javier con chapeadora en mano. “Más que todo eso es lo que nos importa y lo que intentamos hacer ver a la comunidad”.
Laura Kinderson, oficial de la Policía Municipal de San José, dice que tiene fe en que el trabajo que está realizando también permite un Hatillo más seguro. Converso con ella mientras mueve un carretillo cargado de bolsas de basura.
“Sabemos que la seguridad no es solamente andar atrapando ladrones. También existe la seguridad situacional, en la cual si encontramos un lugar que está muy descuidado, que representa un peligro para los transeúntes, las personas del colegio, para la comunidad en sí”, dice Laura. “Nosotros ponemos nuestro granito de arena para colaborarles con la limpieza y la recolección de residuos junto a la municipalidad de San José”.
El trabajo no solo ha sido local, a pesar de que fueron los vecinos los primeros preocupados. Mediante alianzas y trabajo en equipo, así como su difusión, una de las agrupaciones ambientales más grandes del país llegó a las laderas del María Aguilar. Elian Villalobos, fundador de GreenWolf, conoce el impacto que han logrado los voluntarios a través de los años pues, a pesar de no ser vecino del lugar, ha trabajado fuertemente en el CBI y en la reforestación de Hatillo.
Según cuenta Elian, este lugar “era una zona que prácticamente era un botadero a cielo abierto. Eso se corrigió». Gracias a haber unido esfuerzos entre ciudadanía y gobierno local, hoy tienen acera y “un marcaje totalmente distinto. Como se observa la cantidad de residuos es totalmente trabajable que, si bien es cierto no debería darse, es por un tema de indigencia, pero ya no es lo que antes existía”.
Recientemente este trabajo llegó hasta oídos de Algo por la Tierra, una ONG de “compas limpiando el medio ambiente”, según su eslogan. Johanna Jérez, vicepresidenta y fundadora, cuenta que trabajan de la mano con el hermano mayor del CBI María Aguilar, el CBI Río Torres. Su trabajo se concentra en Montes de Oca, pero al enterarse de esta iniciativa para el Río María Aguilar, querían dar su apoyo a la causa.
“[El trabajo con] los Corredores Interurbanos es parte del proyecto que ayuda a la recuperación de estas áreas”, cuenta Johana, quien se enorgullece del quinto aniversario de Algo por la Tierra. “Entonces trabajar con las comunidades dentro de estos corredores y en los alrededores de todas estas nacientes de estos ríos, que precisamente pasan por el Gran Área Metropolitana, es lo que ha causado un impacto bastante grande. Dicen que es una acción paliativa pero es una acción de suma importancia, porque todo lo que llegamos a sacar no va a llegar más allá”.
La lucha por un ambiente sano y ecológicamente equilibrado, así como la recuperación y apropiación de sus tierras verdes es una lucha inmensa. ¿Cuáles resultados se han observado en estos años de trabajo?
El verde y azul en medio del gris urbano
¿El Programa de Corredores Biológicos Interurbanos ha logrado un impacto? Jairo Sancho, director del programa de CBI, no duda en decir que sí, pues, en el 2021, escribía que los CBI logran un impacto ambiental y social que deja huella en la gobernanza, la ciudadanía, y la educación.
Primero, el programa ha logrado el desarrollo de políticas, directrices e instrumentos de la planificación municipal urbana para el desarrollo de corredores. A octubre del 2022, ya 15 municipios del Gran Área Metropolitana han adoptado estas políticas y son parte del programa “Ciudad Verde” (Biodiver_City en inglés).
Una de ellas, la Municipalidad de San José, ha desarrollado diversos proyectos y espacios de trabajo social con el fin de alcanzar esta ciudad verde. Estos proyectos municipales giran en torno a los principios de integración, participación ciudadana e intercambio de experiencias, donde se desarrollan grupos de formación, áreas de trabajo y campañas de recuperación mediante alianzas interinstitucionales y con la ciudadanía. Todo este trabajo de gobernanza ha sido potenciado por los CBI, dice Jairo.
El éxito de la arborización que ha realizado la Municipalidad en diferentes Áreas Protegidas aledañas al Río Torres se mide con el aumento en fauna. En la foto un Espatulilla común (Todisostrum cinereum) o Common Tody-Flycatcher. Mónica Quesada Cordero / El Colectivo 506
Además de ello, el Programa Biodiver_City ha desarrollado diversos recursos para gobiernos locales como las Soluciones basadas en la Naturaleza (SBN), una guía con acciones puntuales que permitirían alcanzar ciudades con un ambiente ecológicamente equilibrado.
Los corredores han sido puentes además para el trabajo mediante alianzas, como el trabajo desarrollado con el “Pacto María Aguilar”, un proyecto llevado a cabo entre el CBI María Aguilar y el Programa de las Naciones Unidas por el Desarrollo. Una de las principales metas de esta iniciativa es “incrementar y mejorar en al menos 100 hectáreas la trama verde de la ciudad”.
También el Programa ha registrado un impacto positivo en la biodiversidad. El trabajo institucional para rehabilitar las áreas protegidas del Río Torres ha logrado una recuperación de seis hectáreas en diversas zonas de la cuenca, donde se han sembrado más de 1.770 árboles de más de 60 especies diferentes, según la bióloga Danny Valle de la Municipalidad de San José.
El trabajo en mejorar la biodiversidad de la flora en estos sectores ha permitido la reaparición de fauna autóctona de la zona, lo cual ha sido un motivante para seguir el trabajo. Según el trabajo observado por Hatillo Verde, especies como pájaros carpinteros, garzas, oropéndolas y gavilanes son algunas de las aves que se observan durante las jornadas de limpieza y recuperación, además del Melozone cabanisi, conocido como pájaro comemaíz, y que es una especie endémica del país.
La Asociación Hatillo Verde, junto al proyecto Paisajes Productivos ha aprovechado esta observación de flora y fauna, y la ha convertido en educación, pues han realizado diversos murales en diversos puntos de la ciudad, para que las personas conozcan el valor biológico que corre por sus ciudades.
Trabajar en el presente para brillar en el futuro
Aunque las limitaciones a los promotores de los Corredores Interurbanos son muchas, los involucrados dicen que una participación ciudadana mayor y más articulada es un impacto claro del Programa de los Corredores, y uno que podría crecer con el tiempo.
“Si hace muchos años hubiéramos hecho una campaña, hubieran venido pocas personas, entonces poco a poco las personas se van interesando. Van viendo lo que tienen en la comunidad entonces se despierta ese interés de venir a colaborar”, asegura Melissa, quien ha visto cómo los vecinos de Hatillo cada vez más se involucran en reclamar su espacio.
“Esto es lo más importante de este tipo de campañas”, dice Elian. “Nos muestra cuales son los aspectos esenciales de la vida, cuales son los aspectos que como ciudadanos debemos empezar a trabajar de forma conjunta y ese trabajo en conjunto se empieza a dar”.
Sin embargo, queda mucho trabajo por hacer.
Gabriela dice que hace falta “que los CBI representen un punto en la planificación municipal y de ordenamiento de cada municipalidad”.
También, es necesario dedicar más fondos al trabajo. El Programa de Corredores Biológicos Interurbanos ha estimado que es necesario un presupuesto total de $1.000.000 para el adecuado manejo de los Corredores Río Torres y María Aguilar, pero tan solo han recolectado un 70% mediante alianzas nacionales y fondos internacionales. A raíz de que sus presupuestos son limitados, el desarrollo de investigaciones y monitoreos biológicos que respalden impacto de la recuperación de la trama verde no ha sido posible, solo mediante anécdotas y emociones de las personas voluntarias.
Otro reto es que los ríos urbanos de Costa Rica, literal y figurativamente, corren por el centro de algunos de los problemas más graves de asentamientos no regulados. Al no ser posible desarrollo legal en zona protegida o terreno cercano que por su pendiente no es adecuado para construcción, los ríos son un foco para las construcciones ilegales e inseguras. Según la Política Nacional de Áreas de Protección 2020, un 5.05% de las áreas de protección de los principales ríos de la GAM se encuentran invadidos por construcciones y edificaciones.
“El país cada vez está más polarizado, entonces hay gente con más dinero y gente más pobre”, explica Gabriela sobre el problema de las personas que viven en las laderas de los ríos. “Cada vez la gente no tiene para pagar un alquiler, prefiere comer que pagar un alquiler” .
Cuando la mejora de los Corredores involucra temas de vivienda, entran aún más entidades públicas diversas, y es difícil coordinar.
“Lastimosamente a nivel de país no hay una política clara”, dice Gabriela. “Son varias instituciones las que deben atender eso. La Municipalidad [de San José] lo logró en una parte del María Aguilar, pero no es una política clara sobre qué hacer”.
La política sobre áreas de protección es clara sobre sus limitaciones. El documento reconoce que existe una insuficiente coordinación entre el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (SINAC), el Instituto Nacional de Vivienda y Urbanismo (INVU) y las municipalidades ante la planificación territorial, así como una falta de una estrategia para el resguardo de las áreas protegidas y de recuperación de las áreas.
Desde la visión local, a pesar de que los proyectos comunitarios han crecido con el tiempo, la compenetración de la ciudadanía con el proyecto no ha sido constante, por lo que se requiere un cambio de visión. En palabras de Karina Rodriguez, “En muchos barrios nuestras personas viven hacinados y no hay espacios verdes para el disfrute de la gente, entonces son importantísimos, sí, pero las personas hasta este momento no conocen otra realidad más que la de vivir hacinados”.
Conforme termina la mañana, baja el ritmo de trabajo, pues la jornada llega a su fin. El trabajo está hecho, y si bien es una medida paliativa, los participantes lo ven como un cambio de cultura que sólo se puede lograr un paso a la vez.
Dice Karina que el trabajo aquí articulado no es de un fin de semana, no es de 30 vecinos, y no es solo municipal. Es el trabajo de “las personas que tienen criterio, tienen sueños y tienen esperanza. Y ello implica que haya una escucha por parte de las entidades que tienen capacidad de decisión para entender que las comunidades necesitamos más de espacios verdes, espacios limpios”.
Junto a los otros voluntarios, ella se retira, lista para la próxima limpieza y esperando que su esfuerzo—junto con los de otros grupos a lo largo de los ríos de la capital— logrará un gran impacto en los Corredores Biológicos Interurbanos, venas verdes en la ciudad de concreto.
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