Adelaida Marca, una aymara que produce orégano premium en Socoroma, en la precordillera del extremo norte de Chile, encarna la recuperación de semillas patrimoniales, al mismo tiempo que representa una fuerza laboral clave para el sustento de miles de personas y un futuro con mayor equidad de género.
”Me pidieron un orégano que fuera completamente limpio, sin palitos y verde, verde. Yo logré esa calidad en la altura en que vivimos, a 3.000 metros sobre el nivel del mar”, contó a IPS esta agricultora familiar de 54 años.
Orgullosa, subraya que su orégano “es un legado ancestral: las semillas las heredé de mis antepasados de varias generaciones”.
“Si yo vivo de la tierra, puedo sobrevivir. ¿Pero con qué educo a mis hijos y nietos? La tierra da frutos, pero no genera dineros. Yo si vendo en bruto lo que saco de la tierra no tiene valor, pero si lo cocino tiene valor agregado”: Juana Calhuaque.
“Se produce en andenes (terrazas). El año pasado tenía una hectárea, pero como el orégano es muy frágil al frío, perdí un tercio de mis cultivos. El fenómeno del invierno boliviano (de lluvias copiosas en la cordillera andina, durante el verano austral) nos favorece porque tenemos escasez hídrica y la lluvia ayuda a las plantaciones” relató.
Marca bautizó su orégano como Productos Socoroma Marka, y lo presentó con éxito en la Expo Mundo Rural, celebrada en Santiago en octubre pasado, agotando sus existencias en apenas dos días.
ONU Mujeres decidió centrar este año al Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo, en el tema “Ahora es el momento: las activistas rurales y urbanas transforman la vida de las mujeres”.
Argumenta que las mujeres rurales y sus organizaciones representan un potencial enorme, y hoy se movilizan para reclamar sus derechos, mejorar sus medios de vida y su bienestar.
“Utilizan métodos agrícolas innovadores, crean negocios exitosos y adquieren nuevas habilidades, luchan por sus derechos legales y se presentan como candidatas políticas”, enumera la agencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en su planteamiento sobre las razones para seleccionar el tema de este año.
Las mujeres rurales constituyen más de una cuarta parte de la población mundial y la mayoría de 43 por ciento de la fuerza laboral agrícola mundial, según datos de ONU Mujeres.
En el caso de América Latina y el Caribe, según datos de 2010 de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la participación femenina en la población económicamente activa en la agricultura oscila entre 12 y 25 por ciento, según sus diferentes áreas.
La urgencia de empoderar a las mujeres rurales
Julio Berdegué, representante de la FAO para América Latina y el Caribe, dijo a IPS que “las comunidades rurales e indígenas tienen un papel crucial en la seguridad alimentaria, en primer lugar de sus propios pueblos. La persistencia del hambre es muy alta en las poblaciones indígenas. En muchos países duplica, triplica o cuadriplica los porcentajes promedios nacionales”.
“Sin que las comunidades indígenas sean actores centrales, no hay forma de resolver el hambre en esos lugares”, agregó en la sede regional en Santiago.
Berdegué subrayó que “en estas comunidades hay inequidad de género importante, acceso a la tierra, acceso al poder político al interior de la comunidades, a la participación y eso es algo que es un tema sensible porque hay normas, hay usos, costumbres propias de estos pueblos”.
“El empoderamiento de la mujer indígena es parte de la agenda en la lucha contra la pobreza rural, la pobreza y el hambre en las comunidades indígenas” destacó.
Para Juana Calhuaque, de Curarrehue, en la región de la Araucanía, en el sur de Chile, “la tierra es positiva, lo da todo. Pero lo que pasa es que hay que venderla para poder tener ingresos”.
“Si yo vivo de la tierra, puedo sobrevivir. ¿Pero con qué educo a mis hijos y nietos? La tierra da frutos, pero no genera dineros. Yo si vendo en bruto lo que saco de la tierra no tiene valor, pero si lo cocino tiene valor agregado”, relató a IPS esta mujer mapuche, el pueblo originario más numeroso de Chile.
Por eso, Calhuaque abrió un pequeño local adonde prepara comidas usando hongos, entre ellos los preciados dihueñes (Cyttaria espinosae), piñones y otros productos originarios de su tierra, que ella misma cultiva.
“Yo preparo los platos. Solo necesito que venga más gente y por eso quiero que me entrevisten en la tele”, dijo.
La aymara Marca, por su parte, usó las ganancias de su emprendimiento con orégano, respaldado por el gubernamental Instituto de Desarrollo Agropecuario (Indap), para dedicarse también al turismo rural en Socoroma, en la región de Arica, en el límite norte de este estrecho y largo país sudamericano, con 17,6 millones de personas.
El orégano “me permitió mejorar mis condiciones de vida y cumplir mi sueño de mostrar el territorio a través del turismo. En Socoroma estoy restaurando la casa de mi abuelo, que debe tener más de 150 años, para ponerla de servicio a la ciudad”.
Un problema que enfrenta Marca es “la falta de mano de obra, porque el trabajo de la agricultura es muy pesado”. Otro es “el transporte, porque los pedidos cuesta hacerlos llegar y no está como para mandarlos en avión”.
El orégano “es una de las pocas plantas que produce dos veces al año, lo que nos permite hacer una rotación de terrenos”, explicó. En marzo y abril es la próxima cosecha.
El mercado juega a su favor porque “el orégano está alcanzando su valor porque debía se trata de un producto natural, no transgénico ni con químicos”.
”Yo produzco tradicionalmente, a granel y con un harneado (cribado) manual” relató.
“Aquí hay mucha diferencia entre el día y la noche, por la oscilación térmica. Ese contraste hace que nuestros productos tengan más realce en su sabor y su aroma. Y el abono natural que uso hace que este producto se diferencie de otros. Mi orégano es muy aromático”, relató.
Para ONU Mujeres, casos como los de Calhuaque y Marca “garantizan la seguridad alimentaria de sus comunidades y generan resiliencia ante el clima”.
La agencia advierte, sin embargo, que “prácticamente en todas las medidas de desarrollo, las mujeres rurales quedan rezagadas frente a los hombres rurales o a las mujeres urbanas, como consecuencia de las desigualdades de género y la discriminación profundamente arraigadas”.
“Menos de 20 por ciento de las personas de todo el mundo que poseen tierras son mujeres, y pese a que la diferencia mundial de salario entre mujeres y hombres se sitúa en 23 por ciento, en las zonas rurales puede llegar hasta el 40 por ciento”, detalla como ejemplo de esas desigualdades.
Anamuri, un modelo de productoras rurales
“Nuestra primera demanda es la producción sana y limpia y el derecho de cada persona a consumir alimentos sanos”, dijo Alicia Muñoz, de la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (Anamuri), una de las organizaciones de defensa de las productoras agropecuarias más reconocidas de América Latina.
“Si uno escarba en las comunidades campesinas e indígenas, se da cuenta que allí está la sabiduría histórica de mujeres altamente conscientes y muy conocedoras de los alimentos saludables para la humanidad”, agregó a IPS la reconocida activista.
“El rol de Anamuri apunta a la incorporación de mujeres en sociedad y en organizaciones y a cómo la producción de estas mujeres hoy se encauza a que toda la sociedad en su conjunto aprenda a distinguir lo que significa una alimentación sana y saludable frente a una alimentación intervenida y transgénica”, detalló.
La otra demanda relevante que moviliza a Anamuri, subrayó, “es el trabajo digno para la gente, que significa bien pagado y en condiciones sanas y saludables y no en medio de plaguicidas y de químicos adonde la gente enferma y no puede volver a ser la persona que antes fue”.
Y en el plano global, la organización apunta a “mercados locales para la comunidad… que no tengan que salir a un supermercado sino que sean las propias campesinas las que tengan sus mercados locales y abastezcan a esos consumidores de esas localidades”.
“Si en cada localidad hay huertos y almacenes, pero producidos por las mujeres, los campesinos y la pequeña agricultura, esto va a cambiar. Para eso estamos coordinándonos con otras organizaciones del campo para hacer entender que la agricultura campesina es la que salvará al planeta”, aseveró.
Editado por Estrella Gutiérrez
Artículo publicado en Ips