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El trabajo que ponemos en sus manos cierra con broche de oro nuestro ciclo de artículos especializados en juventudes rurales, tema que abordamos con énfasis este 2013. El objetivo del artículo, nos dice el autor, es la recomendación de políticas públicas diferenciadas para distintos segmentos de la juventud rural, pensando en que éstas ayuden a las y los jóvenes a hacer viables sus proyectos de vida. Las recomendaciones nacen del proceso de una investigación participativa, conducida por el mismo autor, descrita en un artículo anterior , en la que se identificaron cinco sectores de juventud rural, basados en el estudio de comunidades rurales de Costa Rica (Ver en esta página web el texto “Jóvenes y proyectos de vida en Tierra Blanca” (Diálogos 109 de fecha 15 de agosto).
Políticas públicas diferenciadas para la juventud rural
* Rafael Mesen Vega
La juventud rural no es homogénea, al contrario, su situación se estratifica a partir de su egreso de la educación primaria. Por esa razón proponemos, según su inserción ocupacional, se tomen en cuenta cinco tipologías. Cuando no se reconoce la diferenciación, se actúa sin visualizar verdaderamente a la juventud, produciendo una seria dificultad para la formulación de normas específicas y para la intervención de las instituciones, muchas veces ya de por si desarticuladas, ratificando la ineficacia de su acción.
Las instituciones que deberían brindar servicios a la juventud rural deben dejar de lado el enfoque adulto-céntrico, la acción ofertista y desarticulada, para dar paso a la articulación en redes territoriales interinstitucionales de apoyo a la juventud que responda a la demanda de los jóvenes organizados bajo una agenda única pero diversificada, según las situaciones ocupacionales de los jóvenes.
Elementos como las normas, políticas, proyectos y acción institucional deberían estar orientados a conseguir que cada joven: a) tenga un proyecto de vida socioeconómica y ecológicamente viable por medio de un empleo de calidad (técnico y/o profesional) o por medio de una empresa propia, familiar o asociativa (asociación o cooperativa), en cualquiera de las fases de la cadena agroalimentaria u otra actividad productiva con potencialidad en el territorio; b) forme parte de una organización gremial productiva de jóvenes o comunitaria (cooperativa, asociación de desarrollo, asociación de productores o sociedad anónima); c) participe en el desarrollo comunitario por medio de las instancias de gestión del territorio u organizaciones de desarrollo local; d) participe en la preservación y el buen uso de los recursos naturales.
El trazo de la ruta de inclusión con equidad para ser actores del desarrollo rural sostenible debe ser realizado por los mismos jóvenes junto con las instituciones. Las rutas de inclusión proporcionarán espacios de acción concreta para que cada institución intervenga con un orden lógico y de oportunidad. Para eso sirven las pautas que proponemos a continuación.
Jóvenes trabajadores asalariados
Promover políticas públicas para que los y las jóvenes rurales trabajadores y trabajadoras puedan tener una mayor posibilidad de contar con proyectos, estrategias de vida viables y ser personas actoras del desarrollo rural, antes de seguir engrosando las estadísticas de la pobreza rural. ¿Cómo ayudarles a superar las debilidades en competencias básicas y laborales que les impide un mejor acceso al empleo o un mejor desempeño futuro en las actividades productivas propias? ¿Cómo utilizar sus fortalezas de arraigo a la comunidad, de vocación agrícola y de disponibilidad de dinero para dirigirlo a un desarrollo pleno de un proyecto de vida? En definitiva, se trata de apoyar a las juventudes para que se conviertan en actoras estratégicas del desarrollo rural territorial y nacional, en vez de que sean juventudes excluidas de la educación y de los medios de producción.
Los jóvenes asalariados, especialmente los varones, fueron permeados por la cultura de la sociedad de consumo por lo que, lejos de paliar la pobreza en sus hogares o hacer un aporte significativo, son presa del consumo de bienes influenciados por la sociedad de consumo. A la vez, la socialización temprana en el medio laboral los presiona para adoptar patrones tradicionales del consumo de alcohol, el cigarro y otros hábitos.
Por otra parte, el dinero ganado por las juventudes trabajadoras es una de las mayores potencialidades para viabilizar un posible proyecto de vida, por eso es fundamental apoyar a las y los jóvenes a través de programas de orientación sobre proyectos de vida. En primer lugar, los y las jóvenes podrían crear conciencia del escenario futuro de la pobreza que les espera debido a la poca o nula inversión que hacen de su dinero en la educación. En segundo lugar, los y las jóvenes trabajadores y trabajadoras podrían diseñar sus proyectos de vida con ayuda de una institución del Estado y en forma voluntaria en proyectos profesionales o de emprendimientos productivos.En tercer lugar, los y las jóvenes trabajadores y trabajadoras podrían y en forma urgente, ser capacitados y capacitadas en administración financiera, para redirigir sus salarios del consumismo al ahorro, justificados con sus mismos proyectos de vida. De esta forma los y las jóvenes contaran con recursos de inversión para un emprendimiento productivo o seguir una carrera técnica o profesional.
Una opción para los y las jóvenes rurales trabajadores y trabajadoras es ofrecerles programas de educación alternativa básica y técnica con horarios adecuados a su trabajo, así como una educación de calidad para que los jóvenes sean atraídos nuevamente al sistema educativo. Estos programas deben ser pertinentes tanto al desarrollo territorial como a las demandas de competitividad que exige la globalización y la apertura comercial. A la vez, se debe difundir y aplicar en la comunidad todo lo referente a los derechos de educación de los y las jóvenes, a la ley de erradicación del trabajo infantil, la regulación del trabajo adolescente y los derechos laborales plenos que tienen los jóvenes como personas en su condición de asalariados.
No se puede dejar de lado que los jóvenes trabajadores tienen grandes potencialidades para la agricultura debido a su formación previa en el campo. Si el Estado proveyera además de oportunidades de educación técnica, el acceso a los recursos de producción, a muchos de estos jóvenes les sería muy atractivo dedicarse a una empresa agrícola propia.
Jóvenes estudiantes a tiempo completo
Debido a la carencia de empleos calificados y carencia de oportunidades de estudios superiores, los jóvenes estudiantes buscan empleo y otras oportunidades de estudio fuera de su comunidad. Su comunidad se constituye para ellos en pueblo dormitorio o bien terminan migrando a las ciudades para trabajar profesionalmente. La emigración es una de las causas del vaciamiento y el envejecimiento de las zonas rurales y pone en peligro la sucesión generacional de los productores y, consecuentemente, la sostenibilidad socioeconómica de la comunidad o territorio. Es evidente que los jóvenes ganan en realización personal, en movilidad social y aún sus familias debido a un aporte mayor de dinero producto de mejores salarios. Sin embargo, el territorio pierde competitividad debido a que los estudiantes mejor escolarizados no se incorporan a las actividades económicas de la región.
Es normal que algunos jóvenes salgan de la comunidad para desarrollar proyectos de vida fuera de la misma. Sin embargo, algunos jóvenes podrían quedarse desarrollando proyectos de vida en su comunidad o territorio rural, si las instituciones les dieran condiciones adecuadas como la formación empresarial, ambiental y organizacional, además del acceso a los recursos de producción como tierra, créditos blandos, acompañamiento empresarial y capacitación permanente para el desarrollo de sus propias empresas o la extensión de empresas familiares. Existe un gran potencial para establecer actividades económicas en las fases de la cadena agroalimentaria de mayor agregación de valor, que son también potenciales nichos de empleo o empresas para jóvenes con mayor preparación básica, técnica y empresarial.
Jóvenes trabajadoras del hogar sin remuneración
Este grupo es uno de los más vulnerables a la pobreza por su alta dependencia, ya que ni trabajan remuneradamente, ni estudian y ni se les reconoce su aporte al hogar. Debido a que las jóvenes trabajadoras del hogar, sin remuneración, tienen anhelos y expectativas para ser profesionales; deben buscarse formas alternativas para su reinserción en el sistema educativo con la finalidad de viabilizar sus proyectos de vida, aunque ellas sigan colaborando en el hogar. Cualquier sistema de educación dirigido a este grupo de jóvenes debe contemplar la educación in situ (en el sitio o en el lugar) donde los padres permitan que ellas estudien, se combata la discriminación que ellas sufren y se les permita estudiar.
Se debe contemplar la ayuda económica por medio de becas del Estado, debido no sólo a la pobreza sino por aspectos de género, pues muchas veces los padres no están dispuestos a financiar a sus hijas aunque dispongan de recursos, debido a que no las visualizan como jefas de hogar. A la vez, se les debe ofrecer a las jóvenes el apoyo para que, una vez terminada la secundaria, puedan optar a estudios universitarios o de capacitación técnica, acceso a los recursos para un emprendimiento productivo en alguna de las fases de las cadenas agroalimentarias u otras actividades alternativas. Por esta razón, la combinación de estudios básicos de secundaria con los estudios de vocaciones adecuadas a los intereses de las jóvenes y a la vocación productiva o de servicios del territorio, son claves para el desarrollo de proyectos de vida viables de las mujeres en la comunidad o el territorio.
El apoyo al trabajo doméstico de las jóvenes no debe reñir con el tiempo a la educación que deben invertir las mismas. Ambas actividades deben estar normadas de acuerdo a la legislación vigente en materia de derechos a la educación, de erradicación al trabajo infantil y de regulación de trabajo adolescente, aspectos contemplados en nuestra legislación.
Jóvenes trabajadores familiares sin remuneración
Los jóvenes trabajadores familiares sin remuneración son agentes de sostenibilidad social económica y ecológica del agrosistema familiar. Sin embargo, su proyecto de vida depende de muchos factores endógenos y exógenos a la familia. Para que el proyecto de vida de los jóvenes familiares tenga viabilidad, se necesita que en la agricultura se logren capitalizar las ganancias y administrar eficientemente los recursos que se ahorran por la mano de obra. También se requiere la apertura mental de los padres para dar espacio y recursos a los jóvenes, con el fin de que inicie sus actividades económicas a edades adecuadas. No muchos padres en la ruralidad tienen esta forma de administrar.
La baja escolaridad es una desventaja para que los jóvenes se desempeñen en el ámbito productivo y para la sostenibilidad del agrosistema, sobre todo por las exigencias de la gestión del conocimiento, la innovación tecnológica y la eficiencia productiva que se requieren en el contexto de la globalización y la apertura comercial.
Los jóvenes trabajadores familiares deben acceder a sistemas de educación que les permitan, tanto mejorar sus competencias básicas para la vida social y productiva como formar competencias laborales adecuadas a las exigencias de contexto productivo local y las demandas de la globalización y la apertura comercial.
Para que los jóvenes trabajadores familiares puedan ser agricultores exitosos, deben contar con oportunidades de estudio que no sean antagónicas con la producción familiar. Los jóvenes trabajadores familiares deben tener acceso a los sistemas de educación alternativa básica y técnica, contando con el tiempo suficiente para sus labores escolares.
Las oportunidades educativas para los jóvenes trabajadores familiares sin remuneración, no deben excluir el espacio y el tiempo, el vínculo con la producción o la desvinculación total de los jóvenes con el agrosistema familiar. Tampoco los sistemas educativos deben negar la posibilidad de que los jóvenes se formen en el oficio con sus padres y colaboren con la economía familiar por el efecto del amortiguador económico que estos representan en una situación agropecuaria cada vez más crítica. La experiencia educativa de los jóvenes trabajadores familiares debe tomar en cuenta, sobre todo, las capacidades para la gestión del conocimiento, (la secundaria completa, tecnologías de información y comunicación, una segunda lengua, las gestión empresarial, ambiental y social) para que sean capaces de complementar los saberes de sus padres y madres e incrementar la competitividad, equidad y la sostenibilidad del predio familiar.
Los sistemas de educación para los jóvenes deben incluir la conciliación entre el estudio y el trabajo para hacer sinergia, de tal manera que, mientras los jóvenes cooperan con la economía familiar, estén cursando su bachillerato que es una base para “aprender a aprender” por el resto de su vida.
Los jóvenes deben tener opción de una carrera técnica afín a las necesidades del territorio. Esto les permitiría iniciar su propia empresa o bien tener su propio “espacio” social y económico dentro de la empresa familiar con el beneficio de atender otras fases de la cadena de valor, añadiendo valor a la producción y mejorando la sostenibilidad de los agrosistemas debido a la innovación, la adopción y la adaptación tecnológica. La preparación de los jóvenes les debería dar posibilidades de inserción en actividades nuevas con alto potencial de desarrollo como la agroindustria y el agro ecoturismo.
Jóvenes microempresarios
Los jóvenes microempresarios tienen proyectos de vida consolidados y con posibilidad de acumulación de capital para sus futuros hogares. Una de sus desventajas es la carencia de una mayor escolarización y un mayor nivel de formación técnica en un contexto de globalización y apertura comercial que demanda el uso del conocimiento como fuente de innovación tecnológica y de eficiencia productiva.
Por esta razón, el Estado debe brindar a los nuevos productores programas de educación alternativa de calidad, pertinente a la realidad y a acorde a programas de capacitación permanente para el trabajo, esto con el fin de mantenerlos al día en las nuevas tecnologías y las tendencias del mercado. Los jóvenes que trabajan por cuenta propia deberían invertir tiempo y parte de sus ganancias en la educación básica y técnica con el propósito de mejorar sus competencias básicas y laborales para mejorar la competitividad de su empresa.
Para aprovechar los recursos humanos al máximo, se recomienda que los jóvenes que trabajan por cuenta propia, además de hacer estudios básicos y técnicos, trabajen en sociedad (mediería, al partido, etc.) con los padres y madres. En los sistemas asociados se combinan competencias para administrar el agrosistema. Por el lado de los padres y las madres se recupera el conocimiento agrocultural acumulado de generaciones, la buena actitud al trabajo, la madurez para manejar los imprevistos, y las destrezas técnicas que da la experiencia, entre otras.
Por el lado de las hijas e hijos, la apertura a seguirse formando en la educación básica y técnica, la apertura al cambio tecnológico, el manejo de la información por medio de los sistemas informáticos, la sensibilidad para la protección al medio ambiente y las destrezas en matemáticas y de lectoescritura. Todo contribuye a la articulación de una verdadera empresa familiar que tiene principios de sostenibilidad económica, ecológica y social para el agrosistema.
En síntesis
Partiendo de que existen varias juventudes rurales con base a la situación ocupacional en una comunidad o territorio, se facilita el planteamiento de estrategias diferenciadas de abordaje sin renunciar ni perder de vista el esfuerzo de promover que actúen de forma aliada.Se debe estudiar la situación particular de cada una de las tipologías de juventud en una comunidad o un territorio para poder establecer políticas públicas diferenciadas en favor de la visualización de sus proyectos y expectativas de vida.
Las juventudes deben encontrarse a sí mismas dentro de la comunidad o territorio para dialogar sobre su situación general y particular. Esto puede realizarse por medio de una convocatoria por parte de los mismos jóvenes o por una organización. En ocasiones en que la juventud está fragmentada y con bajo nivel de cohesión, se hace necesario que un/a facilitador/a experto/a en manejo de juventudes se haga cargo del proceso, desde la sensibilización a organizaciones e instituciones territoriales hasta la formación de capacidades sociales y de articulación con jóvenes. Como a veces o casi siempre se tiene la “preocupación” por los jóvenes pero no “la “ocupación”, se hace necesario la sensibilización de los adultos organizados, ya sean en organizaciones productivas o de gestión territorial, a través de una institución especializada en el tema.
Los distintos grupos de jóvenes, desde una facilitación adecuada, deben tener un espacio para sensibilizarse unos a otros, reconociendo sus diferentes situaciones ocupacionales y sus semejanzas (son jóvenes y pertenecen una misma comunidad o territorio), con el objetivo de identificar sus necesidades específicas y generales para elaborar una sola agenda pero diversificada.
Aliados y aliadas, las y los jóvenes deben estudiar las leyes que los rigen y protegen, con el propósito de ejercer activamente su ciudadanía en la ruralidad y empoderarse como grupo o “tejido” social con sus derechos y deberes. Como un solo grupo, deben organizarse para la identificación de sus propias necesidades y la construcción de una propuesta de trabajo (diagnóstico juvenil participativo). Es fundamental que las y los jóvenes adquieran formación en desarrollo humano y capacidades sociales para la gestión de servicios institucionales y planes de gestión juvenil.
Con la eficiente aplicación de estas políticas diferenciadas podría lograrse que haya una juventud, capaz de negociar como demanda organizada, una agenda única pero diversificada y diferenciada según la necesidad de todos los segmentos de las juventudes existentes en la comunidad. El esfuerzo de organizar las juventudes rurales en la comunidad o territorio rural deberá ser iniciado por los mismos jóvenes y acompañados por un/a facilitador/a, apoyados por instituciones especializadas que promocionen el ejercicio de sus derechos y su organización, las organizaciones productivas, los grupos o consejos de gestión territorial.
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* Es doctor en sistemas de producción tropical sostenible y especialista en extensión agropecuaria y juventud rural, tema con el que actualmente trabaja para el Programa Agricultura, Territorios y Bienestar Rural mediante el Convenio Interinstitucional - Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) y el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) de Costa Rica.