La Reforma Agraria fue un acto de justicia para los campesinos
Reflexiones. A cincuenta años de la emisión del Decreto Ley 17716, voces de campesinos, dirigentes y trabajadores que vivieron en carne y hueso este proceso lo reconocen como el más importante de las últimas décadas.
Cincuenta años de la reforma agraria y continúa el debate. Voces desde la academia, desde los herederos de los hacendados. Hablan los abogados. Hay nuevas publicaciones, hay reimpresiones de libros. Con todo, tal vez el tiempo transcurrido será aún insuficiente para cerrar el análisis de este proceso y sus múltiples variables.
Hay voces también de quienes vivieron el proceso en carne y hueso. Varios, entrevistados por esta redacción, recuerdan de memoria el número del decreto ley (17716), la fecha (24 de junio de 1969) y la frase del general Juan Velasco Alvarado: “¡Campesino, el patrón ya no comerá más de tu pobreza!”.
Algunos estuvieron esta semana en el “Seminario internacional: 50 años de la Reforma Agraria Peruana: Nuevas lecturas y enfoques”, realizado durante tres días, a iniciativa de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Otros, como el dirigente Zózimo Torres Claros, de Huando, y la campesina Faustina Meza Huincho fueron ubicados en sus viviendas. Sus voces también cuentan.
En medio del debate durante estos cincuenta años se han identificado impactos que ya podrían ser reconocidos como indiscutibles. Fernando Eguren, en un reciente encuentro realizado en la Confederación Nacional Agraria (CNA), consideró que el principal cambio que generó la reforma agraria fue “la conquista de la construcción de la ciudadanía”. Eguren reconoce este logro que fue, además, irreversible.
El experto del Centro Peruano de Estudios Sociales (CEPES) recuerda que los dirigentes campesinos, luego de la reforma agraria, llegaron a ser elegidos, asumieron roles políticos. “Muchos dirigentes tuvieron que dejar los cargos dirigenciales para dedicarse a la vida política”, reflexiona.
También apunta que la reforma agraria es reconocida no solo como un acto de justicia, sino también como una necesidad para el desarrollo.
"Había reclamo", subraya, "para que el trabajo sea pagado con un salario. Era un reclamo muy moderno, contra un régimen de servidumbre que por entonces regía en el país".
Cincuenta años de la reforma agraria y los recientes actos de conmemoración se advierten apenas como el inicio de una nueva temporada de reflexiones. Puno y otras regiones alistan una serie de encuentros para lo que va del año.
Testimonios
"Faltó acompañamiento político y social para avanzar con la reforma”
Zózimo Torres Claros (85 años) Huaral / Exdirigente sindical de la hacienda Huando
Yo estuve en Palacio en 1971, cuando el general Juan Velasco Alvarado iba a tomar juramento a un nuevo ministro. Antes no había las restricciones como ahora para ingresar a Palacio. Yo ingresé y luego del acto de juramentación intenté acercarme al general, pero como me impidieron grité: “¡General Velasco!, ¡soy de Huando!”. Allí el general hizo señas para que me dejen pasar y me estrechó la mano. “Oye, viejo, tú quieres hablar conmigo, ¿no?”, me dijo. Enseguida agregó que el gobierno estaba pendiente del problema que teníamos en Huando, con el intento de boicot a la reforma agraria, con la redistribución privada de las tierras, de parte de los hacendados de la familia Graña. Por eso nosotros habíamos realizado la huelga y organizamos una marcha de sacrificio a Lima. Previo a la reforma agraria hubo un proceso de lucha en los años sesenta, desde los sindicatos. Yo fui dirigente sindical. Organicé el sindicato entre los trabajadores de la hacienda de Huando. Eso fue un logro. Luego vinieron a buscarme de otra hacienda para pedirme que los ayude a organizarse. La reforma agraria generó un impacto en la sociedad, nos dio más igualdad. Fue un acto de justicia. Tal vez faltó un acompañamiento político desde los siguientes gobiernos, desde que se dio el cambio con Francisco Morales Bermúdez. También faltó acompañamiento social y comprensión sobre el modelo.
Nuestros familiares servían al patrón sin ningún tipo de pago”
Julián Páucar Huarca (62 años) Puno / Preside la Federación de Campesinos
La reforma agraria ha sido valiosa porque la ley se dio con el lema de que ‘La tierra es para quien la trabaja’, y también que ‘El patrón ya no comerá de tu pobreza’. En Puno, las comunidades campesinas, aquellos años llamados ayllus, eran arrinconadas. Las mejores tierras que tenían se las habían quitado los hacendados. Mis abuelos y mis padres habían sido despojados de sus tierras. Después hubo trabajadores de las haciendas, los hijos y familiares de nuestros padres y abuelos, que se quedaron como trabajadores de las haciendas. Ellos servían al patrón, aunque sin ningún tipo de pago; solamente tenían su pequeño terreno con su ganado, pero para eso tenían que trabajar para el hacendado gratuitamente. El general Velasco Alvarado hizo la reforma agraria no porque él quería, sino porque había luchas en las zonas aimaras; también en Cusco, en Chaupimayo y Quillabamba con Hugo Blanco; y en Apurímac, con Luis de la Puente Uceda. Había conciencia de que era necesario recuperar nuestras tierras. Así llegó la reforma agraria, que fue valiosa en el Altiplano. Lo malo que pasó en Puno fue que las tierras no llegaron en su totalidad a las comunidades despojadas. Entonces, seguía el descontento. Por eso hubo movilizaciones en contra de las empresas asociativas. Pienso que faltó mayor información y sensibilización para que el campesinado pudiera acompañar mejor esta reforma.
“Nuestros familiares servían al patrón sin ningún tipo de pago”
Julián Páucar Huarca (62 años) Puno / Preside la Federación de Campesinos
La reforma agraria ha sido valiosa porque la ley se dio con el lema de que ‘La tierra es para quien la trabaja’, y también que ‘El patrón ya no comerá de tu pobreza’. En Puno, las comunidades campesinas, aquellos años llamados ayllus, eran arrinconadas. Las mejores tierras que tenían se las habían quitado los hacendados. Mis abuelos y mis padres habían sido despojados de sus tierras. Después hubo trabajadores de las haciendas, los hijos y familiares de nuestros padres y abuelos, que se quedaron como trabajadores de las haciendas. Ellos servían al patrón, aunque sin ningún tipo de pago; solamente tenían su pequeño terreno con su ganado, pero para eso tenían que trabajar para el hacendado gratuitamente. El general Velasco Alvarado hizo la reforma agraria no porque él quería, sino porque había luchas en las zonas aimaras; también en Cusco, en Chaupimayo y Quillabamba con Hugo Blanco; y en Apurímac, con Luis de la Puente Uceda. Había conciencia de que era necesario recuperar nuestras tierras. Así llegó la reforma agraria, que fue valiosa en el Altiplano. Lo malo que pasó en Puno fue que las tierras no llegaron en su totalidad a las comunidades despojadas. Entonces, seguía el descontento. Por eso hubo movilizaciones en contra de las empresas asociativas. Pienso que faltó mayor información y sensibilización para que el campesinado pudiera acompañar mejor esta reforma.
Los abuelos trabajaban sin pago; a los peones los agarraban con látigo”
Faustina Meza Huincho (78 años) Huancavelica / De la hacienda Yanaututo - Lircay
Mi familia trabajó en la hacienda de Yanaututo, en un pueblito que se llamaba Ccasccabamba, en Lircay (Huancavelica). Había como seis haciendas ahí: Palcas, Sihua, Chunumayo, Arajpata, Ccasccabamba... Los dueños eran Lolo Alarcón, Guillermo Alarcón... Todos eran de la misma familia. Cuando el hacendado se iba a Huancavelica, todo quedaba a cargo del uyarico (“el que escucha”). El uyarico a los peones los agarraba con un látigo que estaba hecho con cuero de vaca. Tronadores le decían. Cuando hacían caer papa, en la cosecha, preguntaba: ¿Quién está haciendo caer la papa? Y le daba. El uyarico llamaba a los muchachos ociosos y les daba con el tronador. Él era el segundo en la hacienda. Los que vivían en los terrenos de la hacienda, por vivir ahí tenían que trabajar. Si no trabajaban una semana, tenían que pagar un carnero o el precio de un carnero en efectivo. El uyarico mandaba a sus casas a buscarlos. Nuestros abuelos también tenían que trabajar. El uyarico les daba comida. No les pagaban por trabajar. Luego, el patrón (el hacendado), cuando llegaba, hacía casar a los novios. Traían un cura. Tienen que casarse, sino la saladera llega a mi hacienda, así les decía. Los obligaban. Así hicieron casar a mi hermano Agapito. Un día dijeron: Ya no va a haber hacienda; nosotros estamos entregando a cada comunero. Ahora todos tienen su chacra. No sé qué presidente ha hecho eso, ¿no?
“Sendero Luminoso destruyó las SAIS, que funcionaban bien”
Juan Fernández Hinostroza (74 años) Junín / Extrabajador de una SAIS en Concepción
En 1969 yo era comunero de Santo Domingo de Cachi, en la provincia de Chambará (Concepción). Yo tenía unos 25 años. La reforma agraria del general Juan Velasco Alvarado fue el mejor de los proyectos de aquel tiempo. Era un reclamo de los movimientos campesinos y comuneros. Incluso, a nivel de América Latina se reconoció que fue una reforma completa. Fue radical y se realizó sin derramamiento de sangre. Con la reforma agraria se trató de hacer justicia a los campesinos que por años reclamaban sus tierras que habían sido arrebatadas por los hacendados. En las cuatro haciendas que fueron expropiadas había un promedio de ocho mil hectáreas de terreno. Dos estaban abandonadas. Solo trabajaba ahí algún cuidador. Con la reforma esos terrenos pasaron a las comunidades, para darles utilidad y ayudó a generar trabajo, a través de una SAIS (Sociedad Agraria de Interés Social). La SAIS donde yo estuve trabajando funcionó bien por unos diez años, entre 1975 y 1986, más o menos. Funcionaba bien. Se distribuía recursos a las comunidades para ejecutar proyectos como canales de riego. Pero en esos años Sendero Luminoso fue el causante de la destrucción. Mataron al presidente y al vicepresidente. La reforma solo llegó a su primera fase. Se trataba no solo de resolver el problema de la concentración de la tierra, sino también el problema del minifundio
“Antes los hacendados eran quienes designaban a dedo a las autoridades”
César Zapata Alzamora (64 años) Piura / Agricultor algodonero
Yo tenía 15 años en 1969, cuando el general Juan Velasco Alvarado decretó la reforma agraria. Estudiaba en el colegio. Para 1971, cuando dictaminan que la reforma también debe ejecutarse en Piura, yo estudiaba una carrera técnica y trabajaba para una hacienda. Con la reforma, me llamaron para acompañar como secretario en el proceso de redistribución. Ahí fui testigo de que los hacendados intentaron subdividir sus tierras para evitar la expropiación. También le pusieron bajo valor a sus propiedades. A sus maquinarias les ponían precios equivalentes a uno solo. El tema de las haciendas y los latifundios era un problema bastante serio. Explotaban demasiado al campesino, al agricultor. Y provenía, principalmente, desde el hecho de la usurpación de tierras. En el caso de la comunidad de Catacaos, las tierras siempre han sido de la comunidad de Catacaos. Se sabe que a través de la historia, los hacendados fueron apropiándose, usurpando y se apropiaron. La reforma fue un acto de justicia, de reposición de las tierras hacia los comuneros. Un segundo aspecto importante es la visibilización del campesino. Hasta antes de la reforma agraria, las autoridades de los caseríos y de los distritos eran designadas a dedo por los propios hacendados y se manejaban con los códigos de los hacendados y ejercían niveles de poder y de justicia también dentro del código de los hacendados, no dentro del ,marco de dispositivos relacionados a los derechos ciudadanos o los derechos humanos
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