Passar para o conteúdo principal

page search

Biblioteca Una década para la reparación de los daños que dejaron los incendios forestales

Una década para la reparación de los daños que dejaron los incendios forestales

Una década para la reparación de los daños que dejaron los incendios forestales

Resource information

Date of publication
Agosto 2019
Resource Language
ISBN / Resource ID
IPDRS-Diálogos-246
Pages
5
License of the resource

Una década para la reparación de los daños que dejaron los incendios forestales
Lorenzo Soliz
Tristemente, el 2019 pasará a la historia como el año en que la humanidad incendió el planeta, la casa grande de todos los seres vivos. El fuego está arrasando con muchas áreas de distintas regiones de países del norte y del sur.
Arden los pulmones del planeta
Se suele decir que la Amazonía es el pulmón del planeta, y los africanos nos enseñaron que los bosques tropicales del África son el otro pulmón. Este año ambos pulmones están soportando incendios de magnitud y mayores presiones por diferentes frentes. Sin embargo, nada se compara con los incendios de la Amazonía -sobre todo brasilera, pero también una parte de la Amazonía boliviana y peruana, como pudimos evidenciar hace unos días-, de los Bosques de la Chiquitanía y del Chaco paraguayo, que movilizaron a la sociedad civil, la condena y repudio de organizaciones como la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA) y de la comunidad internacional en general.
Los datos preliminares de las superficies quemadas fueron proporcionados por INPE en el caso de Brasil, reportan 57.827 km2 quemados, de los cuales 18.629 (más de 1.800.000 hectáreas) corresponderían a la Amazonía. En el caso de Bolivia, solo en la Chiquitanía al menos 750.000 hectáreas y en Paraguay 350.000 hectáreas. En la zona de la triple frontera amazónica de Perú, Bolivia y Brasil, en el lado peruano, en Iñapari, fueron quemadas más de 1.500 hectáreas.
Modelos de desarrollo y consumismo gatillan los incendios forestales
Los incendios que están aconteciendo en la Amazonia y en las tierras bajas de Sudamérica tienen su origen en la irresponsable acción humana, principalmente por la codicia y el enriquecimiento a costa del extractivismo y destrucción de la naturaleza; la demencia por el crecimiento económico de los modelos de desarrollo imperantes en la región; las leyes, políticas, prácticas e inversiones que la sustentan y respaldan. Asimismo, en estilos de vida basados en el consumismo de bienes y servicios a gran escala. Juntos gatillan el incremento de la producción y exportación de commodities, la ampliación de la frontera agrícola y la deforestación basada en las quemas que hoy están mermando los pulmones del planeta.
Si bien el uso del fuego es una práctica antigua en la agricultura, éste se utilizó en la disputa por tierras y recursos naturales sea para expulsar a comunidades campesinas, pueblos indígenas de sus territorios o para justificar el haber realizado trabajo e “inversiones” y legalizar la posesión. Hoy, además, -incluso declarando el 10 de agosto como “el día del fuego” en el caso de Brasil- se lo utiliza para dar cumplimiento a las verdaderas políticas y planes de los gobernantes de los países afectados, que respaldan y promueven los intereses de grandes propietarios de la tierra, capitales transnacionales del agronegocio, de sendos encuentros de gobernantes de otras latitudes que concluyeron con acuerdos y compromisos de exportación de comodities, especialmente de carne. No desconocemos que algunos pequeños productores siguen esta ruta, en el furgón de cola del agronegocio, incendiando los bosques para habilitar tierras para cultivos industriales y la ganadería. En el caso de Bolivia, según la Autoridad de Fiscalización y Control Social de Bosques y Tierra (ABT) desde 2017 los “actores de desmonte” son comunidades campesinas en 31%; en 6% las comunidades indígenas, y 63% correspondió a los propietarios privados; esta es una tendencia que se mantiene al menos las últimas dos décadas.
Pese a las estimaciones preliminares o definitivas de las superficies quemadas, nunca se podrá determinar las cuantiosas pérdidas en biodiversidad, en fauna y flora; de las inversiones y bases productivas, de bosques manejados con recursos forestales no maderables, la melea, los recursos de caza, pesca y farmacopea de comunidades y pueblos indígenas en sus territorios y sus bosques. Tampoco los costos de la contaminación ambiental a nivel local y global; los efectos de la contaminación de ríos y fuentes de agua como de la lluvia ácida que sobreviene; los gastos de la población por las afectaciones a su salud, las horas no trabajadas y las horas de clases perdidas en las escuelas de las zonas directamente afectadas. Imposible determinar el esfuerzo humano de tantos voluntarios y personal asignado para sofocar los incendios y los enormes costos de la logística por tierra y aire, etc. Éstos y los gastos no informados ni transparentados por los gobiernos son el alto costo del “desarrollo”, del tipo de crecimiento económico que ellos promueven y respaldan.
En riesgo los objetivos de desarrollo sostenible y el acuerdo por el clima
Estamos próximos a completar el cuarto año de vigencia de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Como se sabe, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, ONU, adoptó en septiembre de 2015, 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible. Sin embargo, debido a los incendios forestales y sus múltiples efectos, sobre todo en las zonas directamente afectadas en los diferentes países no será fácil poner fin a la pobreza en todas sus formas (ODS 1); tampoco lograr el hambre cero, la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y la agricultura sostenible (ODS 2) cuando las bases productivas, el hábitat y los bosques y áreas de sustento se han perdido y llevará tiempo en recuperarse. Promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible (ODS 8), corre el riesgo de quedar en slogan, si no se toma en cuenta adecuadamente que lo sostenible, como recupera la Declaración de la ONU, implica lo social, económico y ambiental, y no solamente el ímpetu por el crecimiento económico. Con los incendios forestales y sus efectos multidimensionales se ha retrocedido décadas en la tarea adoptar medidas para combatir el cambio climático y sus efectos (ODS 13) y, más aún, en proteger, restablecer y promover el uso sostenible de los ecosistemas terrestres, gestionar sosteniblemente los bosques, luchar contra la desertificación, y detener la pérdida de biodiversidad (ODS 15). Estos efectos multidimensionales que están provocando los incendios forestales comprometerán también la reducción de las desigualdades (ODS 10), que es el mayor reto de nuestros tiempos.
A ello se añade que existe un serio riesgo de no lograr evitar el aumento en la temperatura del planeta supere 1,5 grados centígrados respecto a la era preindustrial; en vez de reducir las emisiones globales de dióxido de carbono en 45% para 2030, estas cifras se han incrementado a nivel planetario, especialmente desde la Amazonía.
En Vísperas del Sínodo por la Amazonía
El Papa Francisco convocó para este 6 al 27 de octubre venidero a una Asamblea Sinodal Especial sobre la Panamazonía, región del planeta en que habitan cerca de 34 millones de personas, de los cuales más de tres millones son indígenas de más de 390 pueblos y culturas que conviven en una relación vital con la naturaleza. Ya en el primer encuentro preparatorio del Sínodo en 2018, el Papa indicó “Probablemente, los pueblos originarios amazónicos, nunca estuvieron tan amenazados como ahora. La Amazonía es una tierra disputada desde varios frentes”. Los incendios forestales y la crisis climática que actualmente vive esta región en vísperas del Sínodo son parte y expresión de dichas disputas, que están provocando los efectos multidimensionales que hemos mencionado, especialmente sobre la población más vulnerable y la biodiversidad. Sin duda la Asamblea sinodal deberá referirse no sólo a la situación actual de crisis ambiental sino sobre los modelos de desarrollo imperantes en la región, como ya lo ha manifestado recientemente el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM).
Una década para la reparación de los daños
La tarea inmediata es extremar recursos y voluntades para apagar los incendios, infelizmente fue necesaria la movilización social y el repudio internacional para sensibilizar a algunos gobernantes.
Sofocado el fuego, los especialistas indican que se requerirán 200 años para la recuperación de los bosques primarios, es necesario declarar la década de la reparación de los múltiples daños a la naturaleza, al ambiente y a las poblaciones locales, con medidas específicas y recursos asignados en terreno. Entre ellas, veda por 10 años para la caza y pesca en las zonas afectadas, salvo si en ellos viven poblaciones nativas. Recuperación de áreas protegidas, de bosque primario y planes de manejo de recursos naturales. Asignación de recursos para la reforestación efectiva con especies locales, asegurando su prendimiento y monitoreo hasta su madurez, tarea a la que deben contribuir soldados, premilitares, voluntarios, etc. Recuperación y fortalecimiento de las bases productivas de las poblaciones afectadas. Implementación del manejo de cuencas y microcuencas de las áreas afectadas. Derogatoria de normas, políticas y leyes que autorizan quemas e incentivan el desbosque, endurecimiento de sanciones a los infractores, con acciones de reparación y reforestación. Incremento de la productividad según la vocación productiva de cada en área, sin necesidad de ampliar nuevas superficies, con innovación tecnológica, promoción de la agricultura sostenible, la agricultura sin quema, entre otras. Sobre esto último hay muchas experiencias locales en los diferentes países que optan por modelos productivos sostenibles, tomados en cuenta por los gobernantes pero solo en el papel más no en la práctica. Reforzamiento de la educación ambiental en todo el sistema educativo formal y no formal. Estas propuestas se suman o son parte de acuerdos internacionales sobre el clima, los Objetivos de desarrollo sostenible al 2030, la década de la agricultura familiar, entre otras.
El poder de los consumidores locales, nacionales y de ultramar también puede contribuir a la reparación de las zonas afectadas, desde la demanda y el consumo responsable e informado. Quienes tienen el poder político y el poder de la influencia pueden contribuir a cambiar los modelos productivos y modelos de desarrollo, para evitar y reparar lo que está aconteciendo en 2019, por los incendios forestales.

Share on RLBI navigator
NO