Los ríos, los lagos, la tierra, son sujetos de derechos y como tal, hay que respetarlos
Un blog de Delfina Mux Caná*
De niña, recuerdo que cuando acompañaba a mi abuela a las montañas, bosques, ríos y valles, antes de entrar a estos lugares, ella pedía permiso y hablaba con los árboles…
Mientras los recuerdos de la abuela vienen a mi mente, pienso en todas la crisis y los desastres naturales que estamos viviendo a nivel del planeta, y en la necesidad de hacer un alto en el camino y repensar los modelos de desarrollo, repensar los Estados, los “derechos”, repensar los sistemas de gobernanza territorial, retomar valores individuales y colectivos que se han perdido. Necesitamos cambios urgentes y de fondo, tanto a nivel individual como colectivo… La tierra ya no puede esperar más…
Hasta hoy, en el mundo han prevalecido históricamente los derechos humanos y han sido muy importantes para el desarrollo de la humanidad, sin embargo, los derechos de las mujeres y de los Pueblos Indígenas, entre otros derechos, siguen siendo un desafío para la sociedad. Los derechos de la tierra recién empiezan a ubicarse en las agendas de los Estados, producto de las demandas de los derechos colectivos de Pueblos Indígenas, por lo que se vislumbran como una pequeña luz en el horizonte…
Pienso que los derechos humanos se relacionan con la prevalencia de la filosofía “occidental” sobre otras filosofías, entre ellas, la filosofía de los Pueblos Indígenas. Si bien, los derechos humanos son fundamentales, los derechos de la tierra también lo son, antes de que los seres humanos terminemos de destruir el planeta.
Los derechos de la tierra y el derecho a la tierra constituyen dos dimensiones importantes, ambas centrales en las problemáticas que atraviesan muchos de nuestros países, ya que los despojos de tierras de comunidades indígenas siguen presentes en los nuevos escenarios de concentración y reconcentración de tierras. En Guatemala, cada vez más, los territorios de los Pueblos Indígenas se ven amenazados por la expansión de monocultivos, obligando a las comunidades a vender sus tierras, “algunas veces, bajo coacción, mediante engaño o bajo la figura de compra-venta, en otras, y casi todas las veces en contra de la voluntad de las mujeres, “co-propietarias” de la tierra[1]”, por eso urge asegurar los derechos de los Pueblos Indígenas al territorio.
Los Pueblos Indígenas no podemos hablar de seguridad alimentaria sin el elemento central que representa para nosotros la tierra.
En ese sentido, podemos preguntarnos ¿los derechos de la tierra y los derechos a la tierra se complementan? ¿Si estos derechos se articulan o interactúan? Para algunos, seguramente el acceso a la tierra tiene que ver con una obligación de derechos humanos y parte central de las políticas sociales. Sin embargo, para otros, la tierra constituye un bien natural, y también es el espacio donde se desarrolla la vida, los derechos colectivos, donde se recrean los conocimientos colectivos tradicionales.
Por ejemplo, en Guatemala, existen bosques comunales (Totonicapán, Alta Verapaz, y Baja Verapaz, entre otros), que históricamente han sido resguardados por comunidades de los Pueblos Indígenas, muchos de ellos vinculados fuertemente a la vida de las comunidades y a la sostenibilidad de la biodiversidad. En contraste, con otras áreas del país que, a pesar de la inversión del Estado, no se pueden visualizar avances sustantivos en materia de protección de la biodiversidad, sino más bien representan espacios de disputa de diversos actores. Por lo anterior, urgen normas jurídicas específicas de reconocimiento y protección de la propiedad comunal, que brinden protección a la propiedad colectiva. La Corte de Constitucionalidad ha sido enfática en ella.
De niña, recuerdo que cuando acompañaba a mi abuela a las montañas, a los bosques y a los ríos y valles, antes de entrar a estos lugares, ella pedía permiso, quemaba incienso, conversaba con la naturaleza. Seguramente, por el proceso de “colonización” o la interiorización del “opresor”, como diría Franz Fanón, yo me preguntaba ¿Qué sentido tenía hacer eso? ¿Cómo sabía ella que la naturaleza le entendía? ¿En qué idioma les hablaba a los árboles? Y no lo hacía sólo con las plantas, sino también con los animales.
¡Ahora entiendo perfectamente! Estar en armonía con la madre naturaleza, con el sol, con el aire y con el agua, constituyen acciones urgentes y necesarias, antes de que sea demasiado tarde. Hoy sé que la promoción y protección de los derechos a la tierra y de la tierra es impostergable, al igual que retomar los valores y las enseñanzas de las abuelas y los abuelos respecto de la relación espiritual con la tierra.
Parte de los aprendizajes que persisten y marcarán mi visión, se relacionan con ello:
- a) Los ríos, los lagos, la tierra, son sujetos de derechos y como tal, hay que respetarlos.
- b) Somos hijas e hijos de la tierra y por lo tanto la tierra no se puede vender, ni comprar. Se debe conservar de generación en generación.
- c) Se debe respetar el camino de los ríos y de los lagos, no importa si deciden dejar de correr por estos lugares por muchos años, porque tarde o temprano, retomarán su cauce.
- d) Destruyendo la tierra se destruye la vida misma de las personas, de las comunidades, se destruye la vida de todas y todos. El cuidado y la protección de los bosques es urgente e impostergable, de lo contrario no tendremos agua, ni lugar donde vivir.
La abuela tenía razón, a la tierra hay que respetarla y pedirle permiso… antes de que sea demasiado tarde.
“Y mi madre dijo: La Madre Tierra nunca olvida.”
Humberto Ak’abal (Poeta Maya K’iche)
Delfina Mux Caná es la Coordinadora de Programa Pueblos Indígenas de Oxam en Guatemala.
[1] Informe Situación de Derechos Humanos de los Pueblos Indígenas en el contexto de las Actividades de Agroindustria de Palma Aceitera en Guatemala. 2015. Audiencia Temática. CIDH.
Blog publicado en Land Rights Now
Foto: CCMSS