Hoy, en Honduras el 23% de la población son mujeres rurales. Esto representa 2 millones de mujeres, de las cuales 1.3 millones viven en condiciones de pobreza.
La reciente reforma agraria benefició sólo al 4% de ellas, así que actualmente el 86% de estas mujeres rurales carecen de tierra.
Además en los últimos 3 años, hay más de 700 mujeres con órdenes de captura y medidas sustitutivas por pedir un campo más justo para las campesinas.
¿Por qué? La brecha de género
La mujer rural asume una doble carga de trabajo, al tener que cuidar de la familia, asumir las tareas domésticas, conseguir diariamente el agua o la leña y además producir para el hogar y para el mercado. Una campesina hondureña nos comenta que: “la mujer es la primera que se levanta y la última que se acuesta, es la más trabajadora, lo que pasa es que el trabajo de la mujer no se ve…solo el del hombre, pero trabajamos más nosotras las mujeres”.
Según la FAO las mujeres constituyen, por término medio, el 43% de la fuerza laboral agrícola de los países en desarrollo. Y en todo el mundo, ellas son responsables de producir entre el 60% y el 80% de los alimentos que se consumen; y sin embargo, su función permanece invisible y apenas se valora. Cuando el hombre emigra a la ciudad en busca de trabajo temporal, es la mujer quien queda a cargo del hogar. Y cuando acceden al trabajo fuera de casa, suele tratarse de empleos mal remunerados en el sector informal.
Por eso, las campesinas de Honduras consideran que “cuando una mujer siembra la tierra le saca provecho a la tierra porque siembra maíz, frijoles, sésamo, de todo…Podemos trabajar, podemos desempeñar el trabajo, lo que un hombre puede hacer… Nosotras las mujeres tendríamos que tener más acceso a la tierra, porque las cuidamos más, las protegemos, somos más cuidadosas que los hombres”.
Aún y así, las mujeres siguen siendo discriminadas en el acceso a la tierra y el agua, a la tecnología y asistencia técnica, el crédito y los mercados.
Las mujeres sigue sin acceso a la tierra
Hoy, la realidad de estas mujeres rurales de Honduras es que no tienen acceso a la tierra y del crédito agrícola sólo el 11% se destina a las mujeres.
No suelen ser propietarias de la tierra que trabajan, en parte debido a normas que les impiden heredarla. Se observa además que, cuanto mayor es el tamaño de las fincas, menor el acceso a su propiedad.
Al no ser propietarias de la tierra, la mayoría de las mujeres están excluidas de los programas de crédito, de tal forma que sólo pueden acceder a éste a través de los sistemas informales, que exigen el pago de intereses desorbitados, o de los programas de microcrédito que gestionan muchas ONG, en los cuales sí suelen existir líneas específicas para mujeres.
Las mujeres siguen excluidas de los espacios de poder
La escasa visibilidad de su papel social y económico y la división sexual del trabajo suelen mantener a las mujeres excluidas de los espacios de poder. Al no participar activamente como actores políticos, por lo que su voz no se hace escuchar. Y de esta forma las políticas públicas y los programas de impulso al sector agropecuario que se ponen en marcha rara vez incorporan de forma adecuada la visión y las necesidades de las mujeres.
Las campesinas merecen todo nuestro crédito
Es necesario que las políticas de gobierno no sigan ignorando a las mujeres rurales. Y campañas como esta de la Plataforma Agraria luchan para que las mujeres de Honduras reciban más créditos. Hay que invertir más y mejor en la pequeña agricultora de América Latina.
Esta situación que viven las mujeres, de falta de acceso a la tierra, ocurre en Honduras pero también en muchos otros países de todo el mundo. Honduras es un ejemplo: como éste hay muchos más tanto en América Latina como en África o Asia.