Defienden sus intereses bajo el manto de cruceñidad, poniendo por delante sus intereses como si fueran los de Santa Cruz, confundiendo y confrontando a los bolivianos.
El debate sobre los transgénicos está exasperando a los patrones del oriente. Hasta hace poco, estaban agazapados frente a los medios, mimetizados en la oposición política o algunos de ellos autoexiliados, como Branko Marinkovic. Fueron aliados silenciosos pero efectivos del régimen de Evo Morales y, desde la llegada al poder de Jeanine Áñez, gobiernan Bolivia haciendo gala de su carácter bravucón para imponer el negocio de los transgénicos.
En las últimas semanas, una demanda legal de Acción Popular contra el decreto transgénico, activada por indígenas y ambientalistas, desató la furia de los patrones. Rómulo Calvo, presidente del Comité Cívico Pro Santa Cruz, llamó “bestias humanas” a los bloqueadores cruceños y los acusó de “colonos que muerden la mano a la tierra que les abre los brazos”. Por otro lado, Marcelo Pantoja, poseedor de más de cinco mil hectáreas de tierras en Warnes, Pailón y Cuatro Cañadas, intimidó y amenazó a los activistas implicados en la acción legal. Desde su sillón de mandamás de ANAPO, les advirtió que “no se equivoquen”, sino él y sus pares llegarán hasta las “últimas consecuencias para desenmascararlos”.
Atacan a todo aquel que esté en desacuerdo con los cultivos transgénicos. Ante los bolivianos, se muestran como los dueños de la verdad científica y agricultores preocupados por la seguridad alimentaria. Sus portavoces, lobbistas y escribidores, se han convertido en “expertos” capaces de acuñar versos absurdos, como que los transgénicos son una “bendición para la biodiversidad”. Esta narrativa engañosa, sin embargo, no puede ocultar la mentalidad de patrón feudal que define a la élite del agro cruceño.
Un pronunciamiento del que hacen uso abusivo es una carta abierta del año 2016, firmada por 155 premios nobel donde habrían dicho “si” a la biotecnología. Los firmantes exigen a Greenpeace dejar de boicotear la producción de “arroz dorado” y otros cultivos transgénicos, argumentando que estos alimentos serían igual de seguros que otros. Este documento, de apenas ocho párrafos, es utilizado por los portavoces de los patrones del oriente como la última palabra en la materia a pesar de que más de 300 científicos europeos de ENSSER desautorizaron las afirmaciones erróneas que contiene sobre temas socioambientales.
Pero este halo de certeza científica no logra disfrazar la arremetida fascista. Para ellos, los promotores del desarrollo sostenible son unos “activistas irresponsables”, “enemigos de Santa Cruz”, simples “antidesarrollistas” y “malagradecidos”. Los patrones no admiten que el problema, más que la semilla modificada en sí, es el paquete tecnológico; sobretodo, el hecho de que la semilla fue manipulada en laboratorio con el propósito de ser fumigada con glifosato y, últimamente, con glufosinato de amonio, un veneno más potente. Los laureados firmaron confiados la carta porque el arroz dorado había sido modificado para producir vitamina A y no para el uso de glifosato. No sería ocioso preguntarles a los firmantes si estarían dispuestos a ratificarse sabiendo que en Bolivia, pequeñas pero, poderosas logias cuasi-feudales usan sus nombres para retener y acumular privilegios económicos.
La tendencia a imponer la fuerza por encima de las razones expone el carácter feudal de los patrones del oriente. Es una clase privilegiada cuyo poder nació del latifundismo improductivo de la década de los ochenta y noventa y que la acabó consolidando el INRA en la última década al titular grandes propiedades de forma corrupta. Es un sector que ahora cree que el Estado es su hacienda, una extensión más de sus dominios para profundizar el rentismo agrario, y así compensar la crisis del agro marcada por bajos rendimientos, altos costos de producción y pésima competitividad internacional. Buscan la adopción de nuevos cultivos transgénicos para expandir sus privilegios.
Defienden sus intereses bajo el manto de cruceñidad, poniendo por delante sus intereses como si fueran los de Santa Cruz, confundiendo a los propios cruceños y confrontándolos con el resto del país. Mientras esta confusión no se disipe y la sigan alentando los grupos de poder, la agricultura del futuro seguirá obstaculizada por los patrones del oriente.
* El autor es Director de la Fundación TIERRA.
Blog publicado en el sitio web de Fundación TIERRA