Por Lucía Molina
El sector agrícola en Costa Rica enfrenta dificultades en incorporar a las personas jóvenes a un sector altamente riesgoso y con poco apoyo del Estado, pero el especialista en agricultura familiar y juventudes rurales, Pedro Boareto, señaló que la primera barrera la viven en sus comunidades.
Las personas que se dedican a la agricultura cada vez más son de mayor edad en Costa Rica y el sector tiene dificultades para atraer a la juventud a seguir la vocación de cultivar la tierra.
El último censo agrícola del INEC, de hace nueve años, ya alertaba de un acelerado envejecimiento en esta actividad que solo pudo agravarse por las difíciles condiciones productivas en el país.
En el 2014, la edad promedio de las personas productoras era de 53,9 años, solo el 15,5% del total son mujeres y la inclusión de jóvenes era escasa, razón por la que la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) recomendó al en el 2021 impulsar créditos diferenciados para las personas jóvenes, las más excluidas del mercado laboral.
Invertir en el sector agrícola es altamente riesgoso. En la última década, los efectos del cambio climático, las deudas por falta de acceso a créditos blandos, los atrasos en los pagos del Consejo Nacional de la Producción (CNP) tuvieron consecuencias críticas como pérdida de viviendas y tierras, así como un claro desgaste en la salud mental de quienes se sostienen en el oficio por tradición o vocación.
Pedro Boareto, especialista de la FAO en agricultura familiar y juventudes rurales, asegura que ante un panorama tan desfavorecedor, la primera barrera por derribar para sostener la producción agrícola y atraer a las juventudes al oficio es darles participación en la toma de decisiones y escuchar sus aportes en la solución de los problemas.
A continuación un resumen de la conversación de Boareto con UNIVERSIDAD.
¿Por qué la agricultura familiar es un tema de prioridad para la FAO?
—Es en ese sector donde tenemos la gran parte de producción de los alimentos, de la canasta de alimentos que hay en el mundo, cerca de 70% de la producción de alimentos está en la agricultura familiar y también un sector donde creemos que hay una oportunidad única que además de garantizar ese tema de la seguridad alimentaria, puede mejorar los medios de vida, gestionar de una mejor manera los recursos naturales y obviamente lograr un desarrollo sostenible, respondiendo a lo que son hoy los grandes desafíos globales como los efectos del cambio climático, toda la agenda de transformación de los sistemas alimentarios.
Es en el sector de la agricultura familiar donde podemos encontrar respuestas para muchos de los desafíos que están planteados a nivel internacional.
¿Cómo ha enfrentado la agricultura familiar el envejecimiento de la población y la falta de interés de las personas jóvenes en mantenerse en la actividad?
—Lo que vemos en la región es que las juventudes rurales, las juventudes de la agricultura familiar, tienen también mucha limitación en temas de espacios para la toma de decisión, en temas de participación social y política que también son factores que impiden ese arraigo de la juventud rural en la agricultura familiar. O sea, más allá de lo que son las cuestiones productivas como el desafío para acceder a la tierra, desafío para acceder a un crédito productivo, hay también otras barreras que van más allá de las dinámicas de los propios territorios rurales, que muchas veces son excluyentes a estas juventudes rurales y no tienen las condiciones para que, por un lado, se escuchen las voces juveniles y, por otro, que de alguna manera se puedan atender a esas nuevas demandas que vienen en la juventud.
Es una juventud rural mucho más conectada, una juventud con mucho más acceso a tecnología, pero que aún enfrenta algunas barreras en el momento de usar esos nuevos conocimientos en favor de una producción familiar. Y, por otro lado, esa mirada también sobre la población mayor. O sea, no es solo trabajar el tema de la juventud, sino también garantizar un mecanismo de salida para los agricultores que ya están en edad avanzada. Entonces, hay este doble desafío en el sentido de la del relevo generacional, de la agricultura familiar.
¿Qué programas de la FAO y de la región han resultado exitosos en incentivar la incorporación de personas jóvenes en la agricultura?
—En el caso de Centroamérica, el Sistema de Integración Centroamericano aprobó recientemente, hace dos años, una Estrategia de Juventudes Rurales, donde se articula el trabajo con jóvenes que viven los territorios rurales, con jóvenes que son rurales y tienen condiciones y quieren quedarse como parte de la agricultura familiar, que apuntan a la importancia del desarrollo de políticas que van desde el Ministerio de Agricultura hasta ministerios o secretarías de Juventud, o sea que apunta la importancia de la multisectorialidad para abordar ese tema. Yo creo que ese sería uno de los casos más exitosos en términos de cómo involucrar las juventudes en el proceso de toma de decisión política.
Las personas jóvenes agricultoras también se enfrentan a un contexto climático adverso ¿Cuáles son los principales retos para la agricultura familiar en el contexto de cambio climático?
—En el contexto climático hay dos grandes desafíos. Por un lado, los efectos de los eventos climáticos extremos, y cómo eso de alguna manera impacta la producción familiar. Por otro lado, proteger los ecosistemas, o sea, de hacer frente a los desafíos del cambio climático desde una lógica más de construcción de resiliencia. No podemos hacer frente a los desafíos que la agricultura familiar enfrenta solo en temas de cambio climático, si no pensamos también en, por ejemplo, los desafíos sociales que hay en el sector y los desafíos económicos que enfrenta el sector.
El cambio climático va a estar impactando la agenda de la agricultura familiar desde esa lógica de gestión de riesgo, desde una lógica de seguros agrícolas, o sea, cómo preparar la agricultura familiar para efectos que ya están en marcha. Por otro lado, de cómo potenciar el carácter transformador de la agricultura familiar como desarrollar un marco normativo y un marco de políticas multidimensionales que van a permitir a ese sector desarrollar su potencial transformador ambiental, más allá de lo que es el social y el económico.
En Costa Rica uno de los mayores desafíos para la sostenibilidad de la agricultura familiar son los altos costos de los insumos ¿Cómo lo han enfrentado otros países y qué recomienda la FAO?
—Hay lugares como Panamá, Brasil, Argentina que vienen avanzando en una línea, por ejemplo de políticas de fomento de la agroecología, políticas de fomento a la inclusión de por medio de las compras públicas, de la inclusión en la agricultura familiar, de mercados que apuntan a ese rol de transición de resiliencia en la agricultura familiar. Estos países se enfocan en promover prácticas, soluciones y modelos de producción diversificada en la agricultura familiar que reducen su dependencia de los insumos externos.
La FAO promueve el intercambio directo de prácticas y saberes entre los agricultores familiares, valorar las prácticas y saberes que ya existen en los territorios y que de alguna manera apuntan a prácticas sostenibles y que son a su vez innovadores, reconociendo el contexto ancestral tradicional de algunas comunidades y pueblos indígenas que se vinculan a la producción familiar.
También, políticas y marcos normativos que de alguna manera fomenten la producción agrícola basada en el uso eficiente y la gestión sostenible de los recursos naturales.
¿El diseño de estas políticas de agricultura familiar podrían apoyar a las iniciativas contra el hambre y la mala alimentación relacionada con las altas inflaciones que en varios países de Latinoamérica se sostienen?
—Hay esa ambigüedad de que al mismo tiempo que la agricultura familiar es quien produce los alimentos, también encontramos ahí mayor dificultad de acceso a esos alimentos sanos y nutritivos, donde hay las mayores desigualdades. Lo que vemos desde la FAO es la importancia de que las políticas en favor de la agricultura familiar vayan más allá de las políticas productivas. O sea, no es solo una cuestión de garantizar el acceso a la agricultura familiar a incentivos económicos, sino que hay que traer de la mano todo lo que es un mecanismo de protección social que garantice que la agricultura familiar tenga un piso básico no solo subsistencia, sino también vincularse y participar activamente en lo que son las sociedades rurales y, por otro, todo un mecanismo de políticas que permiten a la agricultura familiar desarrollar ese potencial ambiental.
Blog publicado originalmente en Semanario universitario