Un camino para superar la pobreza rural
Para su tesis doctoral en la U. de Oxford, el ecólogo Felipe Roa Clavijo analizó los procesos agrarios en Colombia entre 2013 y 2016. Su investigación, que ganó el premio Alejandro Ángel Escobar, encontró que la solución para impulsar el desarrollo rural es generar métodos de producción que dialoguen con el medio ambiente.
Más de 2,4 millones de colombianos hoy padecen hambre. Esta cifra, publicada en un reciente informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO), ubica al país en el puesto número 20 de inseguridad alimentaria en la región. Y aunque Colombia históricamente se ha forjado desde sus campesinos y hoy se puede decir que más de 11 millones de personas aún trabajan en el campo, el acceso a los alimentos, las ganancias económicas para los pequeños cultivadores y el bienestar de la población que depende de este trabajo, se mantiene en un constante desequilibrio que presupone repensar el desarrollo rural de la nación.
Felipe Roa Clavijo, ecólogo de la Universidad Javeriana y ganador del premio Alejandro Ángel Escobar por su tesis doctoral, realizada en la universidad de Oxford (Inglaterra), analizó los movimientos agrarios en Colombia de 2013 al 2016. En su investigación, encontró que, contrario a lo que muchos piensan, el problema de desarrollo rural en el país no solo depende del acceso a la tierra, sino que influye en gran medida la producción y abastecimiento de alimentos. Clavijo cuenta que una de las alternativas propuestas por las comunidades campesinas, indígenas y afro —con las que trabajó— planteaba la implementación de un modelo agroecológico, que fuera de pensar en producciones en masa que compitieran contra las grandes multinacionales, busca conservar la sostenibilidad ambiental con el primer recurso necesario para subsistir: la tierra.
¿En qué consiste la agroecología?
La agroecología es una alternativa que invita al uso de insumos orgánicos y que busca una armonía con el medio ambiente. A hacer un uso consciente y suficiente del agua y, por supuesto, a unas relaciones de comercio justo para las familias campesinas. Esto es un punto importante en la producción de alimentos, no solo en la calidad sino también en la calidad que se produce para las ciudades.
¿Hay modelos que ya empleen esa agroecología? ¿Qué insumos están empleando?
Sí. Hay un modelo de producción de café que usa insumos locales para producir abonos orgánicos con la misma pulpa del café. También se tienen lombricultivos y estos, si están bien utilizados, convierten todos los residuos en materia orgánica. Asimismo, también se están trayendo minerales de zonas cercanas para enriquecer el suelo con nitrógeno y otros nutrientes que son muy importantes a la hora de cultivar.
¿Es complicado llegar a ese tipo de modelos?
Yo creo que eso es una combinación de varios elementos: lo primero es el apoyo del Estado. Desde 1990, con la implantación de las políticas de la apertura del Estado, al menos en materia de agricultura y desarrollo rural, se dio un paso atrás en el acompañamiento y financiación de inversión en general. Las consecuencias de eso llevaron a que la pequeña agricultura —como la familar— esté totalmente desprotegida; lo segundo, también es el acceso a la información. Mucho de las zonas rurales aún están desconectadas, sobre todo en tecnología y eso son otras de las barreras para que se implementen programas más integrales de agroecología. Por último, el aislamiento geográfico, consecuencia de la mala red de carreteras secundarias y terciarias en Colombia, impide que la pequeña agricultura pueda conectarse mejor a los mercados. Eso requeriría una inversión muy importante en infraestructura vial, marítima y fluvial.
¿Por el interés de producir en masa para entrar en el mercado se ha dejado de lado el tema ecológico?
Yo creo que eso tiene que ver con el modelo agrícola que actualmente se está empleando. Colombia lleva varios años en la implementación de un modelo que es la agricultura para la exportación y busca conectarse con mercados globales donde se puedan intercambiar productos agrícolas colombianos con el ánimo de generar muchos ingresos. Ese modelo hace un uso intensivo del suelo y no promueve unas relaciones justas en los territorios. Con justas me refiero en materia de trabajo pues es un modelo que no es ecológicamente sostenible. Los movimientos agrarios nos están diciendo que debemos reconstruir la agricultura nacional y en medio de ese proceso está la parte de reincorporar los procesos agroecológicos y la armonía con el medio ambiente en general.
¿A qué se refiere con repensar el desarrollo rural del país?
Normalmente se cree que los movimientos agrarios en Colombia están enfocados en la distribución y el acceso a la tierra, que realmente esa ha sido la lucha histórica en los movimientos agrarios en Colombia. Pero en la investigación me di cuenta de que el tema de la producción y abastecimiento de alimentos, es decir de dónde vienen los alimentos que nos estamos consumiendo, quién gana y quién pierde con el modelo de alimentación que tenemos hoy en día, es realmente importante. Cuando yo hablo de repensar el desarrollo rural, significa que ese desarrollo se puede pensar desde la reconstrucción de la agricultura nacional, desde la producción y abastecimiento de alimentos viendo a los campesinos, indígenas y a los afros como protagonistas de la producción en Colombia.
¿La agricultura sigue siendo en este momento la fuente ingresos más importantes en Colombia?
No, la agricultura hoy en día contribuye menos del 10 % del PIB al país. Lo que más le contribuye al país en este momento es el petróleo. En 1990 el aporte de la agricultura al PIB era del 25 %; hoy en día es menos del 10 %. Entonces la agricultura ha disminuido. Sin embargo, no se nos puede olvidar que la mayor parte de la población pobre en Colombia vive en el campo y representativamente es mucho menos. Es decir, hoy en día, de los casi 50 millones de personas que somos, 11 millones viven en el campo. Proporcionalmente en términos de pobreza la gente que vive en el campo es dos veces más pobre que la gente que vive en las ciudades. En ese sentido es muy importante saber que la agricultura es un vehículo para la superación de la pobreza rural.
Artículo publicado en El Espectador