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Bibliothèque Víctor Zambrano, un ecologista con los pies en la tierra

Víctor Zambrano, un ecologista con los pies en la tierra

Víctor Zambrano, un ecologista con los pies en la tierra

Resource information

Date of publication
Juin 2015
Resource Language
ISBN / Resource ID
IPDRS-Diálogos-152
Pages
5
License of the resource

 
En este número de la serie quincenal Diálogos presentamos una entrevista lograda en Puerto Maldonado, capital del departamento Madre de Dios, en plena Amazonía peruana. Como podrán apreciar las y los lectores, su contenido es muy ilustrativo sobre la historia corta de esa región en general y, de forma particular, sobre la historia del pueblo Esse Ejja, protagonista de una ardua ruta de tensiones y desafíos sobre la vida en la selva. La entrevista fue realizada por la investigadora Ruth Bautista Durán y transcrita por María Julia Fernández, secretaria del IPDRS.
Con raíces en las primeras expediciones de colonos que ingresaron a Madre de Dios (Perú) en el siglo pasado, Víctor Zambrano Gonzales (VZ) hoy se identifica como campesino conservacionista, un “ecologista con los pies en la tierra, pisando firme y mirando el horizonte”. Conversamos con él en la recepción del refugio ecológico K’erenda Homet (‘brillante amanecer’ en lengua esse ejja), que está a nombre su hija y de donde él es el administrador. 
El departamento peruano Madre de Dios está en la Amazonía y es considerado un “departamento selvático”. Su capital, Puerto Maldonado, está en la confluencia del río Madre de Dios y el río Tambopata. La zona tiene límites con  Brasil al norte, al este con Brasil y Bolivia y al oeste con Cusco.
K’erenda Hometes un Área de Conservación Privada de 40 hectáreas restituidas de la actividad ganadera hace casi 30 años. El testimonio de Víctor Zambrano da cuenta de la disputa territorial en Madre de Dios, y su historia revela parte del pensamiento que acompaña la construcción sociocultural y los avatares que enfrenta una de las regiones amazónicas más importantes de Sudamérica.
RB. ¿Cuál es el origen de su familia y cómo llegaron a esta región?
VZ.Soy el último de los Zambrano Gonzales, de padre cusqueño y de madre arequipeña. A los 14 años mi padre se unió al Tte. Cnel. Ricardo León Velarde y participó en una de las primeras expediciones del ejército para entrar a la selva. Desde la zona de Limpani, vecina de Tirapata (Puno) bajaron al llano amazónico. En esa época había tensiones con los hermanos nativos Esse Ejja, todavía no contactados, que estaban en ese proceso de “civilización” y con la fuerte presión de un líder histórico Shajabo (sic), que era el dueño de toda la comarca del parque territorial del Madidi, y bajó con la expedición, sorteando mil dificultades, hasta llegar a la cuenca alta del río Tambopata.
Hasta ahora tenemos como muestra de la travesía dos cables de los puentes colgantes, en la desembocadura del río Tábara y el río Tambopata. Ese era el proyecto de los nativos para hacer caminos para cruzar el río Tambopata y llegar a la zona de Puerto Maldonado. Aparece en escena mi madre, llevan a mi padre a Arequipa y ya en el siguiente viaje, en 1925, se trae a la vieja, cruzando todas esas peripecias. Finalmente, fuimos ocho hermanos.
RB. ¿Cómo recuerda su infancia en Madre de Dios y el contacto con la población nativa?
VZ. Mi padre estuvo 60 años de servicio en el ejército, y en la marina fue maestro de armas, estuvo a cargo de la lancha Fitzcarrald (Carlos Fermín Fitzcarrald fue un cauchero y explorador que descubrió el istmo que une las cuencas de los ríos Ucayali y Madre de Dios) y luego terminó de capitán de resguardo de aduana. Esas actividades permitieron a la familia asentarse definitivamente. El terreno que tenía era de lado a lado, daba la vuelta al río. Como en esa época no había mucha gente, cada cual se asignaba grandes áreas, mi padre se asignó 200 hectáreas, pero por ceder espacios para chacras, fueron quedando 100 y disminuyeron hasta las actuales 40.
A mí nunca me gusto vivir enmarcado en sistemas rígidos, por eso tuve dificultad desde niño, porque no me acomodaba, y nació en mí una identificación con los hermanos nativos. Nosotros vivíamos en el Puerto Capitanía. Como mi padre era aduanero, tenía que irse a Puertopata por seis meses. Allá hizo una relación muy buena con el curaca de ese entonces, el mítico Ramallo.
Ese nativo era como un familiar, y cuando mi padre quería ir a Puerto Maldonado lo llamaba y él preparaba a su gente con vituallas, para llevar a vender plátano, yuca, charque, y bajaba una canoa para bajar al viejo. El trayecto hasta Puerto Maldonado era de dos días y, por eso, cuando yo era pequeño los veía como semidioses.
Ramallo tenía su historia, a él los Esse Ejja lo encontraron en Rurrenabaque (Bolivia), en una concesión de unos españoles que trabajaban castaña y siringa. Los nativos del monte se lo llevaron a Palma Real, donde fue creciendo y se fue oscureciendo, era un auténtico nativo, pero no cambiaron sus ojos verdes. Ramallo era un gigante, lo admiré mucho y él me enseñó todo, desde los senderos en la selva y cómo se anda con zapatos, eso me motivó desde niño y quise ser como ellos.
RB. ¿Cómo fue su retorno?
VZ.No habían secundarias, me tuve que ir a Lima y, aburrido completamente, me frenó mi madre a volver, diciéndome que no iba a tener proyecciones en Madre de Dios. Ella me animó y postulé a la Marina, ingrese y me quedé durante 15 años en las Fuerzas Especiales. Viajé al extranjero, pero siempre añorando mi tierra. Hasta que llegó el momento crucial. En 1987 me había salido de la Marina, ilusionado de volver al terreno en la Amazonía, llegué y ya no existía, lo que encontré fue un desierto, porque acá se hizo mucha ganadería, los suelos degradados, sin árboles, solamente pasto importado, y entonces decidí quedarme definitivamente.
El reto fue convertir ese asunto, no tenía libros, documentos, pero comenzamos a idear algunas formas de recomposición y por ahí conocí a un amigo que sembró cacao y una serie de alternativas que fracasaron, pues no había mercado. Bebí esa fuente inagotable del conocimiento sobre la recomposición, recuperación de suelos degradados, y comenzamos a cambiar, primero una hectárea, sacando el braquiaria (pasto) a punta de pala de raíz, metiendo alguna ceniza y, luego, instalando leguminosas, árboles como las ingás, guabas, pacaes, shimbillo, y luego hortalizas.
RB. Entonces, ¿Estamos en un terreno de bosque restituido?
VZ. Es la propia convicción de defensa de los suelos, yo soy propietario de 40 hectáreas, no son muchas, pero estoy manejando este sistema agroforestal. Tengo la primera área natural protegida normada aquí en Madre de Dios. Somos cuatro (concesionarios privados), y son cosas de convicción, alentamos a nuestros hermanos campesinos a seguir conservando sus espacios territoriales. Ya son 27 años y hemos embalado unas 120 especies, 60 % maderables y medicinales y 20% frutales, ese es el legado que les voy a dejar a la generación de mi hija K’erenda. Al principio fue una obsesión por sembrar, se nos tildaba de locos -“¡qué tiene ese señor! ¿Para qué plantar árboles en la Amazonía?”- decían, pero teniendo la conciencia de que el extractivismo extremo de la zona tiene la lógica de “siempre se saca pero no se repone” y la visión que quise rescatar de mi infancia, insistí en un nuevo sistema agroforestal para recuperar áreas degradas e incorporando recursos genéticos silvestres para el desarrollo de la chacra.
RB. ¿En qué momento de su historia de vida se instauró la Federación Agraria Departamental de Madre de Dios (FADEMAD)
Antiguamente la dictadura había entregado estos suelos a manos militares y habían conformado cooperativas de producción. Estos suelos formaban parte de la cooperativa, pero no legalmente, estaban en libre disponibilidad en el registro público y apelé al juez, me arremetí y, a raíz de esto, la gente se arremolinó, vinieron viejos agricultores y recolectores, y así nació el Comité de Productores Agrarios del Río Tambopata. Constituimos esa organización y empezamos a movernos para promover la agricultura.
El gobierno de Fujimori se manda un “paquetazo”, nosotros teníamos un banco agrario, los campesinos apelaban al banco porque el Estado siempre ha sido el que propiciaba la ampliación de fronteras agrícolas tradicionales, el extractivismo extremo y otorgaba crédito por la cantidad de áreas y hectáreas deforestadas. Los campesinos se dan cuenta de que les van a quitar sus derechos y organizan una marcha desde Inambari hasta Puerto Maldonado. Cuando llega nuestro grupo a la plaza de armas, el día 6 de junio de 1991, se hacen tres días de movimiento y en una reunión se organizan comités y me dan la presidencia del Comité de Lucha; consolidamos con otras regiones, paralizamos Madre de Dios por diez días, tumbamos árboles, lamentablemente, pero no permitíamos salir camiones. La naciente Federación convocó a las autoridades para decirles que “ya no más”.
Las fuerzas del orden comienzan a perseguir a los dirigentes, yo aún era presidente del Comité de Lucha y recién en 1992 me nombraron Secretario General, y comenzamos el trabajo gremial. Habíamos tenido una constitución pequeña y cortoplacista, pero nos proyectamos en base a tres columnas básicas centradas en las actividades campesinas. Primero, el tipo de producción, el Estado obligaba a hacer el monocultivo, la mono actividad es lesiva a la biodiversidad; entonces nace una alternativa opuesta, era necesario diversificar la producción. Segundo, el Estado miraba a la familia campesina que debía estirar la mano para dádivas y favores, frente a eso, propusimos la autogestión y el autodesarrollo, pensar alternativas no paternalistas. Y tercero, frente al pensamiento de la selva como despensa, planteamos un adecuado manejo y conservación de los recursos naturales; para que este proceso avance, empezamos a promocionarnos y gestionar financiamiento externo. Hemos querido nuestra independencia y hubo un crédito propiciado por el Estado nacional, nos tendieron la trampa y casi colapsamos, pero pudimos sobrellevar.
Eso es lo que hemos podido plantear como alternativas de desarrollo. Con diferentes órganos directivos hasta diciembre de 1999, termina mi gestión en la FADEMAD, y me metí a mi chacra y me olvide de todo, yo avanzaba en mi sueño de cuatro a ocho de la mañana, el resto del tiempo lo tenía copado en la Federación.
RB. ¿Qué relación tiene la FADEMAD con la zona de amortiguamiento?
VZ. El año 2000 aparecen los dirigentes en el carrito de la Federación, y me convencieron “queremos armar una estrategia para enfrentar a este gobierno”. Nos metemos a otro lío, huelgas, enfrentamientos con la autoridad y otras situaciones. Somos la única organización histórica que propició la creación de dos reservas naturales. A Fujimori lo pusimos contra la pared y obligamos a su ministro, le arrancamos la zonificación de Tambopata. Imagínese qué nivel de trascendencia. Las demás organizaciones nos apoyaron, salió la zonificación y se crea la Reserva Nacional de Tambopata y se amplía el Parque Nacional Bawaja-Sonene a 500 mil hectáreas. Fujimori nos quería contentar con eso, pero la propuesta que enviamos era la revisión de límites de la zona de amortiguamiento y de la Reserva, lo que queríamos era hasta la carretera para poder resguardar con más amplitud. Así nació la Reserva y se amplió el Parque a un millón ciento setenta y cinco mil hectáreas.
RB. Actualmente, además de su trabajo en este refugio ¿Cuál es su labor en el Comité de Gestión?
VZ. A nivel comunal soy Presidente de la Asociación de Moradores del Corredor Ecoturístico de Isuyama “Kiajabaki Bame”, donde hay varios emprendimientos que tienen por objetivo la conservación de este espacio territorial para mantener un ambiente sano, equilibrado y que sea pulmón de la ciudad de Puerto Maldonado. Además, soy representante del Comité de Gestión de la Reserva Nacional de Tambopata, que se complementa con el actual Parque Nacional Bawaja-Sonene y que colinda con el actual Parque Madidi.
El Comité de Gestión es un espacio normado por la Ley de Áreas Naturales Protegidas del Perú, en el que participan diferentes actores de la sociedad civil y del Estado. Nuestro fin es coadyuvar a que todas las actividades que se realizan en la zona de amortiguamiento sean compatibles con el área protegida. Esto es un ideal que choca con la realidad que vivimos en este momento porque nuestra región está invadida por actividades económicas no sostenibles, como la minería, la tala ilegal, el comercio humano, la prostitución y una serie de lacras ilegales.
Buscamos los espacios posibles para revertir este flagelo y, por eso, la función del Comité es de gestión de ayuda, aunque en los hechos fuimos más allá de nuestras competencias y optamos por buscar mecanismos de organización. Hemos obligado a la policía, hemos avanzado en organizar a los pobladores y el gobierno regional para constituir en las comunidades juntas vecinales de seguridad ciudadana enmarcadas en una norma de seguridad nacional. Así, hemos establecido un sistema de alerta temprana de las actividades ilegales, para informar a la autoridad correspondiente en tiempo real, abordarlos con medios de comunicación y derivar a la autoridad; es un trabajo complicado, nos arriesgamos y exponernos demasiado, pero no hay alternativa frente a la necesidad de la gente que pide justicia y no la encuentra.
RB. ¿Cómo se revierten los flagelos de esta zona?
VZ. Hay propuestas, poblados que tienen un terreno de áreas cultivadas (Santa Rosa, Unión Progreso, El Progreso, etc.). Son organizaciones netas, campesinos agricultores que han revolucionado el sistema de producción y que jamás van a cambiar su actividad por la minería, que se superpone en este tipo de comunidades que tienen hasta 30 años de posesión. Pero los campesinos han tomado una decisión y han dicho “este suelo es lo único que tengo y lo defenderé con mi vida”, y no entra nadie, así sólo tengan certificado de posesión que es una etapa previa al título de propiedad.Los campesinos se han permitido desalojar grandes maquinarias (mineras) para la agricultura.
Al recorrer la carretera interoceánica que atraviesa la ciudad de Puerto Maldonado, impactan muchas escenas, los niños alrededor de las escuelas de los poblados de las comunidades campesinas, las familias movilizadas entorno a plantas de acopio y transformación de diferentes frutos amazónicos, camiones enormes transportando madera, y lo más dramático, campamentos mineros que instalan la informalidad y propagan su explícita atmósfera de ilegalidad y excesos que incluyen el alcoholismo y la trata de menores. Sin duda, los logros de la organización campesina que relata Víctor Zambrano exponen una fortaleza en pulsión a este duro contexto. Su testimonio, su historia y el refugio ecológico que ha (re)construido, son reflejo del tipo de disputa que vive la Amazonía, en todo caso, la enseñanza es que promueve es que es posible la reversión de los daños.

*Las opiniones expresadas en este documento son responsabilidad del autor y no comprometen la opinión y posición del IPDRS.

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