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News & Events El legado de dolor del caucho en el pueblo Huitoto
El legado de dolor del caucho en el pueblo Huitoto
El legado de dolor del caucho en el pueblo Huitoto
Pueblo Huitoto
Pueblo Huitoto

“En el corazón de la Amazonía, donde las raíces de los árboles se entrelazan y el río Putumayo murmura historias antiguas de dolor y resistencia, aún vivimos los huitoto. Somos los guardianes de la selva, los cuidadores del corazón de la tierra para el sostenimiento del planeta”.

 

Por Arlen Ribeira Calderón*

24 de setiembre, 2024.- El pueblo Huitoto, perteneciente a la familia lingüística Bora-Witoto, ha habitado durante siglos las selvas amazónicas de Colombia, Perú y Brasil. La selva es más que su hogar; es el centro de su espiritualidad, su cultura y su identidad. Sin embargo, a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, su mundo fue destrozado por la llegada de la “Fiebre del Caucho”. La demanda internacional de caucho, esencial para la creciente industria automotriz, llevó a empresas europeas y norteamericanas a explotar los vastos recursos del Amazonas, con consecuencias devastadoras para los pueblos indígenas.

La tragedia del caucho

En la región del Putumayo, la Casa Arana, dirigida por Julio C. Arana, se transformó en 1907 en la “Peruvian Amazon Rubber Company”, con sede en Londres y con una importante participación de capital británico, respaldada por un capital de £ 1,000,000. Julio C. Arana logró establecer exitosamente agencias de negocios del caucho en Londres y Nueva York, expandiendo así su imperio. Para incrementar sus ganancias, Arana sometió a los pueblos indígenas, en especial a los Huitoto, a un régimen de extrema brutalidad que combinaba la esclavitud y el genocidio.

Los huitoto, junto con otras comunidades indígenas, fueron capturados, torturados y forzados a extraer caucho bajo condiciones inhumanas y atroces. Las empresas caucheras, impulsadas por su insaciable ambición de riqueza, no solo explotaron de manera devastadora los recursos naturales de la Amazonía, sino que también aniquilaron a los pueblos indígenas que vivían en equilibrio con la selva y la cuidaban como su hogar. La extracción de caucho en esta época dejó un legado de muerte y destrucción, borrando casi por completo a los guardianes originarios de la selva amazónica.

 

Se estima que alrededor de 100 000 indígenas, en su mayoría huitoto, murieron como resultado del genocidio cauchero en el Putumayo

 

El horror fue documentado por el cónsul británico Roger Casement, quien expuso al mundo las atrocidades cometidas en nombre del progreso y la industria. Se estima que alrededor de 100 000 indígenas, en su mayoría huitoto, murieron como resultado del genocidio cauchero en el Putumayo. Actualmente, aproximadamente 1 300 huitoto sobreviven en el Putumayo en el lado peruano, de los cuales entre 70 hablan fluidamente su idioma puesto que la mayoría fueron sometidos a ser sirvientes por los patrones, llevando consigo el dolor y el trauma de aquel periodo oscuro. Los huitoto no solo fueron despojados de sus territorios, sino también de su cultura, su espiritualidad y su derecho a la vida.

La lucha por la supervivencia

La historia del pueblo Huitoto es una historia de resiliencia y resistencia. A pesar de los horrores de la fiebre del caucho, los huitoto han luchado incansablemente para proteger su cultura y sus tierras ancestrales. Tradicionalmente, vivían en malocas, grandes casas comunitarias donde varias familias compartían un espacio vital dirigido por la pareja de mayor conocimiento. La agricultura (chacras sostenida), la caza, la pesca y la recolección eran la base de su economía, complementada por prácticas culturales profundas como la ceremonia del “Mambe” en la cual los hombres se reunían para consumir hoja tostada pulverizada de la coca para transmitir conocimientos ancestrales.

 

La explotación del caucho perturbó profundamente este orden. Las empresas caucheras implementaron tácticas de terror: asesinatos masivos, descuartizamientos, torturas hasta ver los huesos y desplazamiento forzoso. La destrucción de las malocas (casa tradicional de los huitoto), las matanzas indiscriminadas y la imposición de una economía esclavista llevaron a la fragmentación de la sociedad huitoto. Los tambores de comunicación, los manguaré, que transmitían mensajes importantes entre malocas, quedaron en silencio. Los clanes fueron diezmados, las ceremonias sagradas interrumpidas y los curacas, líderes espirituales y sociales, fueron asesinados, dejando a los huitoto desorientados y vulnerables.

La injusticia persistente

A pesar de las denuncias internacionales y los informes detallados de las atrocidades, como el de Roger Casement, la impunidad prevaleció. La Peruvian Amazon Company y Julio César Arana continuaron sus operaciones durante años, amparados por la indiferencia de los gobiernos y las élites que se beneficiaban de la explotación. Arana murió tranquilamente en Perú, recibiendo honores en su sepelio, mientras los pueblos indígenas del Putumayo fueron relegados al olvido.

La Iglesia Católica y el Estado peruano, quienes debían haber protegido a los indígenas, fallaron rotundamente

 

La Iglesia Católica y el Estado peruano, quienes debían haber protegido a los indígenas, fallaron rotundamente. La Iglesia intervino tímidamente después de que las atrocidades se hicieron públicas, estableciendo misiones para “civilizar” a los indígenas supervivientes. El Estado, por su parte, no solo no castigó a los responsables, sino que ocultó y minimizó los crímenes. Hasta el día de hoy, el Estado jamás ha pedido perdón a los pueblos indígenas por los crímenes realizados, ni ha implementado medidas de reparación por el daño infligido.

 

La herencia del dolor y la resiliencia

Los huitoto han heredado una historia de sufrimiento, pero también de resistencia. Las consecuencias del genocidio cauchero se sienten hasta el día de hoy. En las zonas donde habitan, enfrentan amenazas constantes como el narcotráfico, la explotación ilegal de recursos y la exclusión de los esfuerzos de conservación y lucha directa contra el cambio climático. A pesar de ello, han formado organizaciones como la Federación de Comunidades Nativas Fronterizas del Putumayo (FECONAFROPU) para luchar por la protección de sus territorios, la preservación de su cultura y el reconocimiento de sus derechos.

La historia de los abuelos de Arlen Ribeira, quienes escaparon de La Chorrera durante la fiebre del caucho, es un testimonio del espíritu indomable del pueblo Huitoto. A pesar de la muerte, la violencia y el desplazamiento, encontraron la fuerza para sobrevivir, refugiarse en la selva y reconstruir sus vidas. Este legado de supervivencia y resistencia es una fuente de esperanza y determinación para las generaciones futuras de huitotos.

Un llamado a la justicia y reconocimiento

La historia del caucho es una de las páginas más trágicas de la humanidad, y el sufrimiento de los huitoto simboliza el costo humano de la avaricia y el colonialismo. Mientras las empresas del mundo construían sus imperios y modernizaban sus naciones, los huitoto pagaban el precio con su sangre, su cultura y su existencia misma. La selva, que una vez les dio sustento y vida, se convirtió en su prisión y tumba.

Hoy, los huitoto continúan luchando por un futuro en el que se respeten sus derechos y se reconozcan sus contribuciones a la humanidad. Su resistencia y su compromiso con la protección de la Amazonía representan un llamado urgente a la justicia, la reparación y la reconciliación. Los sacrificios del pasado no deben ser olvidados, y las voces de los huitoto deben ser escuchadas, no solo como un recuerdo doloroso sino como un símbolo de la lucha por la dignidad y la supervivencia de los pueblos indígenas en todo el mundo.

 

* Arlen Ribeira Calderón es el actual presidente de la Federación de Comunidades Nativas Fronterizas del Putumayo (FECONAFROPU). Él ha recopilado información sobre el genocidio impune del caucho a partir de diversos documentos, fuentes de internet y, de manera especial, del relato de sus abuelos, quienes vivían en La Chorrera, una región donde se cometía el genocidio y fueron testigos directos de las atrocidades inimaginables. Arlen, además, ha impulsado iniciativas para la creación de la Casa de la Memoria de los Huitoto, un espacio dedicado a la memoria, la cura y la sanación de su pueblo. Arlen Ribeira desea que estas tragedias nunca más se repitan en ninguna parte del mundo y hace un llamado a la fraternidad y la convivencia en paz entre toda la humanidad. 

Foto: Flickr (CC BY 2.0)

Blog publicado en Servindi