En América Latina y el Caribe el 23% de la superficie agrícola está en manos de la agricultura familiar (AF). La AF no solo produce la mayor parte de los alimentos para el consumo interno de los países de la región, sino que desarrolla una actividad agrícola diversificada que garantiza la sostenibilidad del medio ambiente y la conservación de la biodiversidad.  

Agricultura que no contamina y no perjudica al medio ambiente                              

La agricultura familiar alimenta a las familias, a las comunidades, a los pueblos y a las ciudades de la región. Por lo general, lo hace de una manera sana y ecológica. Es el modo de organización agraria más sostenible de todas, pues tiene una gran capacidad de adaptación a procesos muy diferentes y en diversos contextos. Además, se va posicionando como una forma adecuada de afrontar desafíos muy importantes, entre ellos el cambio climático y el calentamiento global.                            

Se hace necesario, entonces, cambiar la mirada hacia la agricultura familiar, reconociéndola como una pieza fundamental con múltiples posibilidades para el futuro del mundo rural. Una de las más importantes es la recuperación de conocimientos tradicionales específicos, ancestrales, que son trasmitidos por generaciones. Son conocimientos que, en diálogo con las nuevas tecnologías aplicadas al campo, generarían cambios de gran envergadura en su aplicación, en el uso y mejoramiento de las tierras de cultivo.      

Las mujeres y su rol protagónico en la agricultura familiar

Uno de los factores importantes y necesarios para llegar a la sostenibilidad de la actividad agraria es la inclusión de todos los actores que se desempeñan en el espacio rural o en la comunidad, pues es el conjunto el que, de una forma u otra, aporta a la solución de problemas que la afectan y al aprendizaje de la comunidad.                    

Se ha podido apreciar en los últimos años, más allá de toda duda, que las mujeres han ido asumiendo cada vez más la responsabilidad y el liderazgo de la producción agropecuaria, en muchos casos debido a la migración de los varones, y asumen tareas que van desde actividades productivas, de transformación y de comercialización de productos, hasta las concernientes a la reproducción y cuidado familiar, pero que aún siguen siendo reconocidas sólo como una "ayuda".                             

Es necesario integrar la perspectiva de género en la agricultura familiar, para lograr la transformación de las relaciones de poder y la valoración de los roles asignados a las mujeres. Con el reconocimiento de su trabajo, como actoras y protagonistas, es posible convertir sus emprendimientos en espacios de fortalecimiento y empoderamiento, promover la autonomía de las mujeres campesinas y lograr la corresponsabilidad de los hombres en las tareas del hogar.

Mitos y verdades de la agricultura familiar

Desde hace décadas, tomadores de decisión y parte no desdeñable de la academia anuncia la desaparición de la agricultura familiar. La realidad, sin embargo, ha demostrado su gran capacidad de resiliencia y adaptación a diferentes contextos y circunstancias. Según la FAO, de las aproximadamente 570 millones unidades agropecuarias existentes en el mundo, 500 millones son de agricultura familiar. Sobre ella reposa, en gran medida, la seguridad alimentaria del planeta. La agricultura familiar es, también, prestadora de importantes servicios ambientales y contribuye sustancialmente a la sostenibilidad ambiental del mundo rural. Pero también es cierto que un porcentaje importante de la agricultura familiar es pobre y requiere del apoyo de programas estatales, del acceso a bienes públicos de calidad, de una mejora sustancial de los rendimientos de su producción y del fortalecimiento de su asociatividad.    

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Foto: Jorge Etecheber.

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