Lo leemos en la prensa, lo vemos en los periódicos, lo escuchamos en las calles: contaminación, explotación laboral, deterioro del medio, alimentación tóxica. Sin embargo, también son muchas las vías para luchar contra todo esto. Especialmente importante es acercar el foco a lo local y desgranar algunas de las virtudes y beneficios que tiene la producción local (y el consumo, como anverso indispensable de la ecuación) para la sociedad y el medio ambiente.
Los “daños colaterales” del actual sistema nos salpican por doquier; tanto desde un plano más figurado y simbólico, que afecta a nuestra psique y salud mental, como desde un plano más físico y material, en nuestras propias carnes y vidas. Lo leemos en la prensa, lo vemos en los periódicos, lo escuchamos en las calles: contaminación, explotación laboral, deterioro del medio, alimentación tóxica…. Suma y sigue.
Son muchas las vías para luchar contra esto, desde las más visibles y comunes acciones de incidencia política otras más invisibles pero con mayor impacto del que pensamos. Entre estas estrategias podemos destacar: el fortalecimiento de los lazos vecinales y de convivencia, las prácticas y acciones de cuidado y, por supuesto, el consumo, que es lo que nos toca, que es lo que mueve a proyectos como MeCambio.
Desde ahí, entendiendo el consumo como lo que es: una forma de satisfacer nuestras necesidades vitales y cotidianas pero también una importante arma de acción política y social, proponemos acercar el foco a lo local y desgranar algunas de las virtudes y beneficios que tiene la producción local (y el consumo, como anverso indispensable de la ecuación) para la sociedad y el medio ambiente.
Sostenibilidad
Sabemos del enorme costo medioambiental que el actual sistema de producción y distribución global tiene para con el planeta que habitamos. Hablamos por ejemplo de huella ecológica, esa que nos recuerda que sólo tenemos en el planeta 1,8 hectáreas bioproductivas por persona, algo que estamos ignorando al consumir una media planetaria de 2,2ha. (cifra que se sitúa en 5,7 en el estado español) [1]. Una gran responsabilidad de este impacto lo encontramos en esos alimentos viajeros que recorren una media de 5.000 km desde el campo a la comida, liberando en este largo recorrido grandes cantidades de C02 a la atmósfera.
Reducir por tanto los costes ambientales que genera este sistema de producción y distribución globalizada y petrodependiente pasa por apostar por un comercio de proximidad, que prime el consumo de temporada y a ser posible ecológico. Se trata de recuperar los circuitos cortos (aquellos en los que se da tan sólo un intermediario) así como sumarnos a nuevas iniciativas como las del slow food y el KM0.
Salud
“La distribución fuera de temporada aumenta el uso de sustancias químicas en la producción alimenticia, como es el caso de muchas verduras que son transportadas en largos trayectos y que son fumigadas para retardar la maduración. El consumo de alimentos locales puede, por tanto, ayudar a limitar la exposición a sustancias químicas, al tiempo que se apoya a las pequeñas explotaciones regionales”, así de tajante se manifestó el eurodiputado del grupo de los verde Alyn Smith ante el Parlamento Europeo.
Tras estas afirmaciones encontramos realidades como las siguientes: en España cada año mueren 90.000 personas por enfermedades relacionadas con la alimentación insana, la contaminación atmosférica ha ocasionado a nivel mundial 5,5 millones de fallecimientos prematuros, lo que la constituye como el cuarto riesgo vital principal y el primero de carácter ambiental...
Relocalización de la economía
Del “círculo virtuoso” para la construcción de un sociedad decrecentista, Serge latouche [2]considera la relocalización el principal medio estratégico y “la aplicación del viejo principio de ecología política: pensar globalmente, actuar localmente”. “Cualquier producción que pueda hacerse a escala local para las necesidades locales tendría que ser realizada localmente”, lo que significa satisfacer las necesidades de la población a partir de empresas locales financiadas por el ahorro local.
La deslocalización que han sufridos nuestros territorios en las últimas décadas ha formado parte de una estrategia esencial de la globalización económica neoliberal, que bajo la búsqueda de disminución y eliminación de costes en la producción (amparada por una menor protección de derechos laborales y medioambientales en los países de implantación) han dejando un enorme vacío en muchos territorios abandonados (empleo, riqueza, tejido social…) así como generado múltiples impactos negativos en las nuevas localizaciones.
Reparto y redistribución de la riqueza
Esta relocalización de la economía tiene efectos directos sobre la redistribución y el reparto de la riqueza. Baste como ejemplo ilustrativo un dato que aporta la periodista Esther Vivas a partir de un estudio de Amigos de la Tierra de Gran Bretaña: “un 50% de los beneficios en el comercio a pequeña escala retorna al municipio, normalmente a través de la compra de productos locales, salarios de los trabajadores y dinero gastado en otros negocios, mientras que las empresas de la gran distribución reinvierten tan solo un escuálido 5%”.
Romper, por tanto, con las dinámicas monopolísticas y depredadoras del actual sistema es sin duda una forma de redistribuir de una manera más justa esa riqueza que actualmente es expropiada de los territorios, donde el medio ambiente y las personas son considerados como recursos para la consecución de un beneficio y no como sujetos con derechos.
Generación de empleo de calidad
El alejarnos del modelo de empleo globalizado y acercarnos a lo local nos permite enmarcarlo bajo otros valores y otras prácticas más justas como las que promueve la economía solidaria [3], que como apunta David Comet, miembro de la cooperativa de Comercio Justo Ideas, promueve ejercicios de democracia económica donde las personas trabajadoras participan de las decisiones de la empresa, así como garantiza el cumplimiento de condiciones laborales dignas y de equidad entre hombres y mujeres.
Estas cuestiones, que podrían no ser más que buenos propósitos, son analizadas anualmente en balances y auditorías sociales como los realizados anualmente por Reas y los mercados sociales, en un ejercicio de transparencia y coherencia y dentro de una fuerte compromiso y voluntad de mejora.
Fortalecimiento del tejido social y empoderamiento
Al participar de canales cortos de producción y relacionarnos directamente con productora/es entablamos relaciones personales que entre, otras cuestiones, posibilitan el establecimiento de un precio justopara quien produce y más asequible para quien consume. Pero además, con la generación y el fortalecimiento de estos marcos relacionales, rompemos la dependencia que tenemos respecto a un pequeño conglomerado de empresas para satisfacer nuestras necesidades cotidianas.
La descentralización se establece, por tanto, como una forma de socializar el poder, el poder hacer. En en este mundo donde dinero es una fuente esencial de satisfacción de necesidades básicas, el acercar el capital al territorio nos permite poner este imprescindible recurso al servicio de la gente y no del propio capital.
Naturalmente no todo es terreno abonado en el campo de la producción local. También hay debilidades y retos, pero éstos los dejamos para otra ocasión. Y si mientras producción y consumimos localmente, quizás no tenga sentido hablar de estos ello en un futuro…
[1] Taibo, C. El decrecimiento explicado con sencillez, Ed. Catarata, Madrid, 2011.
[2] Latouche, S. La apuesta por el decrecimiento, Editorial Icaria, Barcelona, 2008.
[3] Para un acercamiento al modelo de trabajo que propone la economía solidaria consultar la Carta de principios de la ESS: http://economiasolidaria.org/carta.php
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